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Chapter 5 - 3. Maldito Legado

Delphi

En lo profundo de la selva amazónica, una joven llamada Delphi se amarró su plateado pelo en una cola, varita en mano, esperaba la señal. Estaba algo nerviosa, había fallado ya varias veces y si fallaba otra vez, el señor Lestrange la castigaría de nuevo. Cómo extrañaba los días antes de que él llegara, los entrenamientos no eran tan intensos, ni tan peligrosos. Había pasado toda su vida entrenando y estudiando para poder matar a Harry Potter, un destino del que no podía escapar.

Era mediodía, el calor era horrible, Delphi quería acabar con esto cuanto antes, ya sea si fallaba o no, solo quería terminar e ir a ver a Voltrix. De pronto, vio a lo lejos en el cielo unas chispas rojas, era la señal. Corrió lo más rápido que pudo, de momento solo había árboles a su alrededor, debía llegar hasta la cima de la montaña que estaba unos kilómetros más adelante.

Delphi corría cuando escuchó un zumbido como el de mil abejas, diversas luces de colores iban dirigidas hacia ella, parecían fuegos artificiales. La chica empuñó su varita y conjuró un escudo alrededor de ella, todos lo hechizos rebotaban sin hacerle ningún daño, satisfecha siguió avanzando hacia la siguiente prueba del circuito.

Seguía la prueba de transformación, su favorita, aunque la vez pasada casi pierde la vida. Llegó a una llanura en la que le esperaba varios sirvientes, con su habitual túnica negra tapándoles la cabeza. A su lado tenían varias jaulas con otorongos, jaguares y pumas.

—Mi señora necesitamos una nueva vajilla —dijo un encapuchado regordete. Y acto seguido todas las jaulas se abrieron, ellos movieron sus varitas y todos los felinos fueron a atacar a Delphi.

—Qué gracioso Igor —contestó, para nada divertida—. Y no me digas señora, solo tengo dieciocho.

Un puma se acercaba por su derecha, y cuando estaba por saltar, Delphi con un fugaz movimiento de su varita lo convirtió en una bonita taza azul.

—Espero que te guste el azul Igor —gritó la joven sonriendo.

Era una pena convertir pumas y jaguares en tazas, platos, teteras y cubiertos, pero bueno, todo sea por acabar la prueba, pensaba Delphi. Ya solo quedaban unos cuantos felinos, pero sin que ella se diera cuenta, los felinos la habían rodeado. Todos se abalanzaron sobre ella.

Inmóvilus —gritó Delphi de inmediato, eso la tomó por sorpresa, usar un hechizo no verbal le descontaría puntos.

—Y yo espero que te guste el plomo —dijo Igor, mientras Delphi terminaba de transformar a las fieras.

—¡Qué! —exclamó.

Fue entonces cuando hubo una especie de temblor desde dentro de la selva. Delphi miró en la dirección del sonido y empezó a correr por su vida. Una estampida de elefantes iba hacia ella. "Lo voy a matar" pensó, pero antes tenía que encargarse de esto. Corrió hasta una posición elevada, y allí esperó a la manada. Estaba algo asustada, pensó en su padre. Por lo que le habían dicho, él nunca le tuvo miedo a nada. De pequeña, ella pensaba que eso era digno de admiración, pero ahora solo pensaba que era algo estúpido. Todos le tememos a algo.

Frente a la manada, Delphi saltó impulsada con magia hacia la cabeza del elefante más próximo. Y desde allí empezó a lanzar hechizos a diestra y siniestra, transformando a los elefantes en ratones. Eso casi la agota por completo, transformar requiere de mucha concentración y energía. Con su varita hizo aparecer un látigo con el cual azuzó al elefante que montaba para que la llevara hacia la siguiente prueba.

La tercera prueba era bucear a través de un lago, con un encantamiento cascoburbuja, Delphi tuvo que luchar contra varias criaturas marinas. Con muchos arañazos logró salir victoriosa. Después de atravesar el lago salió hacia una caverna, pasó su varita por su ropa para secarla y siguió avanzando.

La siguiente prueba consistía en pelear contra una criatura mágica, nunca había podido superar esta parte. Las bestias que el señor Lestrange traía eran muy fuertes, la vez pasada casi es comida por una serpiente cornuda. Le había prometido que si no pasaba esta prueba la próxima vez traería un dragón. Empuñó su varita de acebo, con núcleo de colmillo de basilisco, el cual le dio Voltrix. Esta varita le fue entregada por Rodolphus cuando Delphi tenía 9 años, dicen que fue la última varita hecha por Garrick Ollivander. Era una varita muy poderosa y fue muy difícil de fabricar, le fue dada como recompensa por lograr con éxito su primer proyecto de magia tenebrosa. Ella era una joven con un inmenso poder mágico, lo cual le permitía aprender y asimilar fácilmente casi cualquier rama de la magia, hasta la versátil magia oscura. Al fin y al cabo, sus padres eran grandes magos tenebrosos.

La joven siguió adentrándose en la cueva hasta que escuchó el sonido de un bufido. Desde la penumbra apareció una gran criatura cuadrúpeda de color púrpura grisácea con la espalda jorobada y cuernos dorados largos y afilados, era un graphorn.

El graphorn se abalanzó sobre ella intentando atravesarla con sus cuernos, pero ella logró conjurar un escudo justo tiempo. La bestia se paró sobre sus patas traseras e intentó buscar una abertura en la barrera mágica. La joven no pudo mantener el escudo mucho más y se lanzó hacia un costado, la bestia cayó haciendo temblar toda la caverna. Delphi se puso de pie rápidamente e hizo aparecer unas cuerdas negras desde la punta de su varita, las sogas se enroscaron inmovilizando al graphorn. Ya que ningún hechizo perforaría su gruesa piel prendió en llamas las sogas. La criatura dio un rugido de dolor y empezó a sacudirse.

—¡Espera! —gritó Delphi mientras tiraba con fuerza de su varita.

Tal era la fuerza del animal que, al liberarse de las cuerdas, Delphi no pudo sostener más su varita la cual salió lanzada hacia un costado. El graphorn aún envuelto en llamas lanzó una mirada furiosa a la bruja y se preparó para dar la embestida final. La varita estaba fuera de su alcance no había nada que pudiera hacer, si tan solo hubiera practicado más magia sin varita, si tan solo fuera libre de este legado maldito. Cerró los ojos y se cubrió la cabeza, de pronto escuchó el sonido de un siseo y algo arrastrándose, y luego el sonido de algo cayendo.

Ya puedes abrir los ojos. —Era una voz compuesta de silbidos y soplidos, y parecía venir desde dentro de su cabeza.

Delphi abrió los ojos y encontró al graphorn muerto sin heridas visibles salvo que aún estaba en llamas. A su lado estaba Voltrix, con sus ojos mortalmente amarillos y su piel escamosa verde parecía relucir allí en la caverna.

Gracias —dijo Delphi en pársel, el idioma de las serpientes. Voltrix era un basilisco de más de 15 metros de largo y medio metro de ancho que ella misma había criado de pequeña, ha sido su única y mejor amiga desde entonces—. Aunque técnicamente es trampa.

La mirada de un basilisco es mortal para cualquiera, salvo para su amo. Muchos sirvientes habían muerto cuando Voltrix estaba en la cabaña, cuando el señor Lestrange llegó, pese a los berrinches de la joven, su mascota tuvo que irse a vivir cerca de un lago. Pues no paraba de crecer y se estaban quedando sin sirvientes.

Que importa —siseó Voltrix—, él no se enterará.

La trajo la varita de su ama y luego fue a devorar al graphorn. Delphi estaba bastante cansada, pero ya faltaba poco. Sin mucho esfuerzo logró salir de la cueva y se encontró al pie del monte, en ese lugar había unas enormes piedras flotantes puestas verticalmente como un juego de plataformas. Tenía que saltar en cada piedra hasta llegar a la cima. Por supuesto las piedras estaban muy elevadas, esta era una prueba de vuelo.

Delphi corrió y saltó impulsada con magia, saltando de piedra en piedra hasta la cima. Hasta que pudo mantenerse en el aire envuelta en un halo plateado. Satisfecha de sí misma aceleró más y más hasta que las piedras a su alrededor empezaron a dirigirse hacia ella. Empuñó su varita y explotó cada piedra que se le acercaba hasta llegar a la cima. Al llegar cayó de rodillas exhausta, faltaba poco para que anochezca. Allí había un hombre alto y delgado, con pelo canoso y mirada rígida, estaba con los brazos cruzados y en una de sus manos tenía una varita negra. Su estadía en Azkaban le había pasado factura, pero aun así Rodolphus Lestrange emanaba el aura de un ser intimidante.

—Lo logré —dijo Delphi poniéndose de pie.

—Aún no —dijo Rodolphus sin ninguna expresión—falta una prueba.

—¿Cuál?

—Duelo. —Sin previo aviso el mortífago atacó haciendo salir un rayo negro de su varita. Delphi conjuró un escudo justo a tiempo neutralizando el rayo hasta que desapareció.

La bruja contratacó con una ráfaga de hechizos, los cuales Lestrange esquivaba o hacía desaparecer entre su capa.

—¿Qué pasa, es todo lo que tienes?, ¿acaso no te enseñaron nada esos esclavos? —dijo Rodolphus molesto—. No eres digna de llamarte la hija de nuestro señor. Vamos, muéstrame ese hechizo que te enseñé.

"¿Que no soy digna?, cómo si yo hubiera pedido esto" pensó Delphi para sus adentros. Tantos años encerrada en esa fortaleza, apenas si conocía el mundo exterior. Todo lo que sabía sobre él, se lo había enseñado Igor. De los sirvientes solo había aprendido que tenía una tarea que cumplir: Matar a Harry Potter. Le habían dicho que él había matado a sus padres, que él era la razón de que ahora vivieran escondidos y que la buscaba para matarla. De niña todo esto la asustaba. Igor era la única persona que la tranquilizaba, cuando ella le preguntaba si era todo cierto el sólo le respondía que no permitiría que nadie le haga daño. Al crecer, Delphi empezó a creer que los verdaderos asustados eran los sirvientes y empezó a dudar de lo que decían.

Quizás era cierto que Harry Potter había matado a sus padres, y que él tenía la culpa de que ella estuviera encerrada. Aun así, ella no podía sentir el odio que los demás tenían hacia él. Le resultaba imposible sentir odio hacia alguien que no conocía, y lo mismo podría decirse del amor a sus padres a quienes nunca conoció. Delphi no estaba segura de qué es lo que sentía, todo le parecía confuso y asfixiante. Tener que llevar una carga que nunca pidió y tener que cumplir los deseos de otros, esa era su vida diaria. Y si se enfrentara a Harry Potter, no lo haría sin antes preguntarle por todo. Respuestas que necesitaba y que nadie podía o quería dárselas.

Delphi devolvió su concentración a la batalla, el hechizo que pedía el señor Lestrange tardaba un tiempo en conjurarse, pero tenía un poder devastador. Ella hizo un corte en su mano con su varita, al salir su sangre se volvió negra y empezó a flotar en el aire tomando la forma de un orbe negro que parecía tener vida.

—Vamos apunta aquí, si te atreves —dijo Rodolphus señalándose el pecho.

El orbe crecía más y más hasta tener el tamaño de un balón de fútbol, Delphi lanzó la esfera directo a Lestrange, el cual desapareció en un humo negro antes de que el hechizo le tocara. El orbe fue a parar a la jungla provocando un estallido y un fuego negro que devoró los árboles a su alrededor, hasta que segundos después se extinguió.

—¡Cómo te atreves! Eso casi me da —dijo Rodolphus quien apareció a unos metros de la bruja.

El viejo mortífago lanzó de nuevo un rayo negro, pero esta vez Delphi estaba lista y contratacó con un rayo plateado. Ambos hechizos se encontraron y se empujaron entre sí. Lestrange se vio superado por la fuerza de la joven y gritó:

—Ahora.

Sin que ella se percatara varios sirvientes la habían rodeado y al grito de orden del señor Lestrange la habían inmovilizado desde varias direcciones.

—Lo hiciste bien, pero aún no estás lista. —Fue lo último que logró escuchar Delphi antes de caer desmayada.

Se encontraba en una habitación pequeña, algo vieja, y al frente suyo había un hombre. Tenía la nariz puntiaguda y una barba plateada, le estaba hablando, pero ella no podía escucharlo. De pronto el armario que tenía a su costado se prendió en llamas, sintió miedo y asombro por aquel hombre. Pero sobre todo ira, mucha ira...

—Mi señora despierte, rápido despierte.

Delphi abrió los ojos para encontrarse frente a Igor, quien la estaba jaloneando. Aún estaba media dormida, había tenido un sueño, o era una pesadilla.

—¿Qué pasa Igor? —le preguntó.

—Mi señora, hay intrusos, nos atacan. Es su oportunidad para escapar.

—¿Quiénes? —Delphi quería irse, pero qué pasaría con Voltrix.

—Aurores. Potter está aquí.