Kent dejó a Randy, confundido, y a sus secuaces en la puerta mientras se dirigía hacia la Mansión de la Santa.
Simplemente no entendían lo que había sucedido, pero sabían que sus posibilidades de impedirle entrar a la Puerta de la Lanza nunca funcionarían en esta vida ni en la siguiente.
Habían perdido, y tal como estaban las cosas, no había recuperación posible.
A Kent no le importaba nada de eso.
Estaba enfocado en qué hacer respecto al maestro y el discípulo
Todas estas eran urgentes, así que planeó ocuparse de ellos, así como de su entrenamiento y descubrir quién era esta misteriosa Nara, terminar bien con ellos, empezando por el dúo maestro-discípulo.
Ahora mismo, ni siquiera tenía que cultivar. Sus mujeres eran las que lo hacían. Todo lo que tenía que hacer era tener sexo con ellas, y él se volvería más fuerte.
En cierto modo, no tenía nada de qué preocuparse, siempre que tuviera tiempo para pasar con sus mujeres. Y eso era lo importante: tenía todo el tiempo del mundo.