Un discípulo fue lanzado fuera de la arena, aterrizando en el suelo con un fuerte golpe.
Era el 67º discípulo que Kent había lanzado por los aires, y no sería el último. Sorprendentemente, habían pasado menos de dos horas desde el comienzo de la batalla, pero más de la mitad ya habían perdido y estaban siendo atendidos.
De cierta manera, Kent estaba decepcionado.
Salió de la Torre con expectativas, pero las cosas no mejorarían por lo que estaba presintiendo. Por supuesto, sabía que estaban guardando lo mejor para el final.
Pero hasta un ciego podría decir que no importaría lo que planearan, no tendría ninguna importancia. Kent era simplemente demasiado poderoso y talentoso para tener a Grandes Maestros de la Espada como adversarios.
—Es un monstruo —dijo un discípulo en la audiencia. Y no era el único que pensaba lo mismo. Incluso los Ancianos de la Secta tenían los mismos pensamientos. Era como si Kent hubiera destrozado sus expectativas.
