—Gaia, ¿por qué hay 13 lunas en el cielo? —preguntó Kent, mirando fijamente las extrañas y hermosas lunas arriba. Cada una tenía un aspecto único, con diferentes colores y formas.
Una era azul, con una parte mordida como la manzana de Eva.
Otra era roja brillante con un agujero enorme en su centro.
La tercera era verde, con bordes dentados como vidrio roto.
La cuarta era oscura, con un contorno tan agudo como navajas.
La quinta era plateada, brillando levemente, con grietas a lo largo de su superficie.
La sexta era dorada, lisa y pulida como un orbe perfecto.
La séptima era morada, con patrones neblinosos que parecían tener vida.
La octava era naranja, con forma de creciente y puntas irregulares.
La novena era negra, tan densa que parecía absorber toda la luz.
La décima era blanca, pura, brillando suavemente como nieve bajo la luz de la luna.
La undécima era rosa, salpicada con destellos brillantes que bailaban como estrellas.