—¿Qué ocurrió? —preguntó Dave Ashland, mirando al jadeante Jacob y a los dos ancianos que lo habían acompañado a la familia Alderford. Sus rostros estaban pálidos como hojas de papel.
En ese momento, parecía que les costaba trabajo formar palabras. Después de todo, acababan de escapar de las fauces de un Leviatán muy peligroso.
—Mi señor, hicimos lo que nos pidió —logró decir uno de los ancianos, reuniendo su voluntad—. Fuimos a la familia Alderford para que el joven amo pudiera proponer matrimonio a la joven señorita de la familia Alderford. Sin embargo, lo que no sabíamos era que la joven señorita ya había encontrado un pretendiente.
—¿Qué?! —Dave golpeó el reposabrazos de su silla, destrozándolo completamente—. ¿Se atreven? —gritó.
—Calma, mi señor. Hay más —intentó interponer el anciano, presintiendo hacia dónde se dirigía la furia de su maestro—. Sin embargo, como se esperaba, el enfurecido Dave lo pateó, enviándolo por los aires.
¿Vivo? Nadie podía decirlo con seguridad.