Mientras todos especulaban sobre la verdadera naturaleza de las habilidades de Kent, él estaba de camino a la Puerta de la Lanza para ver a su maestro.
Ella había sido puesta en una situación peligrosa por culpa de él, y quería asegurarse de que estuviera bien. Por supuesto, ella había estado bien ayudando a Kent a matar al Santo de la Píldora, ya que ese era el curso de acción más seguro.
Pero ahora que casi había sido objetivo, él sintió la necesidad de disculparse y, tal vez, llevarla de vuelta a la Puerta de la Espada para una sesión privada.
Cuando llegó a la Puerta de la Lanza, rápidamente fue a la residencia de la Santa Neomi, donde su maestro y su hermana estaban sentadas bajo un árbol.
—Has llegado —dijo la Santa Neomi, mirando extrañamente a Kent. Hoy, no había ni rastro de molestia en su mirada. Era inusual, de cierta forma.
