Cuando por fin encontraron a su hermana en otra ciudad, todo cambió. Gabriel ya no era el hombre sombrío que llegó al pueblo. Había luz en su mirada.
Mariana, en cambio, se sentía vulnerable. Se había aferrado a la tristeza, al miedo de perderlo… y ahora que él tenía lo que buscaba, ¿qué pasaría con ella?
En la despedida, Gabriel la miró con intensidad.
—No sé qué haré ahora —murmuró—. Pasé tanto tiempo buscando que olvidé cómo vivir.
Ella sonrió con dulzura.
—Entonces quédate y aprende.
Él la observó en silencio, luego llevó una mano a su rostro y acarició su mejilla con suavidad.
—Contigo, todo parece más fácil.
Y antes de que pudiera reaccionar, él la besó.
Fue un beso lento, lleno de emociones no dichas. Un beso de promesas y comienzos.
Cuando se separaron, Mariana sonrió.
Porque ahora, no había más sombras entre ellos.
Solo luz.
Fin.