Reencarnado en Oshi no Ko – Capítulo 1: Un nuevo comienzo
El primer recuerdo que tuvo al abrir los ojos fue el de su propia muerte.
Un accidente. Un resbalón. Un golpe seco contra el pavimento. Después, oscuridad.
Sin embargo, en lugar de la nada, despertó en un lugar desconocido. Un techo viejo y desgastado, una habitación iluminada tenuemente por la luz del sol filtrándose a través de las cortinas. Se sintió pequeño, débil. Al mover sus brazos, notó que sus manos eran diminutas.
—¿Dónde… estoy? —susurró, sorprendiéndose por lo infantil que sonaba su voz.
Los recuerdos llegaron como una avalancha. Era un estudiante normal en su vida pasada, con talento y un futuro prometedor. Y ahora… estaba aquí, en el cuerpo de un niño. En un orfanato.
Sintió una punzada de inquietud. Su mente era la de un joven que debería estar en la preparatoria, pero ahora era solo un niño. Miró a su alrededor y vio a otros niños de su edad, algunos aún dormidos en sus camas.
—Bien… parece que esto es real —murmuró, cerrando los ojos para calmarse.
Si había renacido, tenía que averiguar qué hacer con esta nueva vida.
Los días pasaron, y Souta —como descubrió que era su nuevo nombre— se mantuvo apartado de los demás niños. No era antisocial, pero su mentalidad más madura y su personalidad fría lo hacían difícil de acercarse.
Sin embargo, hubo una excepción.
Una niña de cabello oscuro y ojos llenos de estrellas se le acercó una tarde en el patio del orfanato.
—¡Oye! —llamó con una sonrisa—. No hablas mucho, ¿verdad?
Souta la miró en silencio. No necesitaba preguntar su nombre. La reconoció al instante. Ai Hoshino.
Este mundo… era el de Oshi no Ko.
El destino de Ai pasó por su mente: su trágica muerte, el dolor de sus hijos, el sufrimiento de Aqua… No, él no iba a permitir que eso sucediera.
—¿Y qué si no hablo mucho? —respondió con tono calmado.
—Entonces yo hablaré por los dos —respondió ella con una sonrisa radiante—. ¡Me llamo Ai!
—Lo sé.
—¿Eh?
—Nada… —desvió la mirada—. Souta.
—¡Entonces seremos amigos, Souta!
No le dio opción. Ai comenzó a seguirlo a todas partes, ignorando su actitud reservada. Con el tiempo, su presencia se volvió parte de su rutina.
Los años pasaron y la relación entre Souta y Ai se fortaleció. Aunque su personalidad seguía siendo fría con los demás, con Ai era diferente. Ella traía algo de calidez a su vida.
Durante su tiempo en el orfanato, Souta demostró sus habilidades. Era excepcional en cualquier cosa que intentaba: actuación, música, deportes… No pasó desapercibido.
Un día, una pareja visitó el orfanato. Buscaban adoptar.
El director los presentó a varios niños, y Souta estaba entre ellos. No se inmutó al principio… hasta que notó la expresión de Ai.
—¿Te irás? —preguntó en voz baja cuando quedaron a solas.
No supo qué responder. Quería quedarse con Ai, pero esta era una oportunidad única.
—No lo sé —dijo con sinceridad.
Ai bajó la mirada. Souta sintió una punzada en el pecho. No quería verla así.
—No importa lo que pase —continuó—. Siempre estaré contigo.
La niña levantó la vista, sorprendida. Luego, sonrió.
—Entonces está bien.
Ese fue el primer paso. La primera promesa. Y la primera chispa de algo más.