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Quantum Transfer

Kiefer_Rodriguez
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Chapter 1 - CAPITULO 1

- ABANDONO -

Se sentía el frio, la lluvia no paraba de caer y no tenía indicios de que lo fuera a hacer. Llevaba más de media hora sentado, esperando, pero tal parecía que esta noche tampoco llegaría y eso ya no lo sorprendía sinceramente. Últimamente su madre, Miriam, solía ausentarse frecuentemente. Al principio solía preocuparse, se quedaba mirando por la ventana hasta tarde esperando verla regresar, pero ahora simplemente lo aceptaba. Sabía que esta casa no era más que un lugar vacío y sin valor para ella, un espacio donde solo se limitaba a regresar para poder dormir. Miriam solía ser su refugio, era la unica persona que conocía y sobre todo era su madre. Pero con el tiempo, ella había cambiado completamente, ella se había vuelto más distante, casi como si fuera una nueva persona, una más cruel. 

El frío se intensificaba, y el sonido constante de la lluvia golpeando el techo y las ventanas parecía ahogar cualquier otro ruido que pudiera surgir en la casa. Seguía sentado en el mismo lugar, con ambos brazos cruzados sobre el pecho, tratando de apaciguar el hambre que me carcomía el estómago. Mi mirada estaba fija en la puerta, aunque no esperaba que se abriera. Sabía que, dependía completamente de que Miriam regresara. Las palabras entre ellos se habían vuelto escasas, casi como si fueran completos extraños, pero eso no quitaba que seguían siguiendo madre e hijo. De repente, un trueno retumbó en el cielo, sacándolo de sus pensamientos. Lentamente se levantó del asiento, sintiendo el peso en cada movimiento de su cuerpo. Caminó hacia la ventana y se apoyó en esta, observó cómo la lluvia golpeaba el cristal, creando una bruma que distorsionaba la vista del exterior. El camino estaba completamente vacío, tal como lo esperaba. Nadie más estaría afuera en una noche como esta. 

No podia dejar de preguntarse por qué su madre se había vuelto así. ¿Él había hecho algo mal? ¿Acaso era su culpa? Trató de recordar si había hecho algo mal para que todo comenzara a desmoronarse, pero no podía precisarlo. Simplemente había sucedido, como si fuera arte de magia. Miró el reloj en la pared. Eran casi las once de la noche. No tenía sentido seguir allí esperando. Se dirigió con paso calmado a su habitación, pero antes de entrar, se detuvo enfrente a la puerta de la Miriam. La habitación estaba oscura y vacía, como siempre. Entró y encendió la luz, mirando alrededor. Todo estaba en su lugar, pero faltaba algo. Faltaba ella. 

Al llegar a su cama, se derrumbó en ella, sintiendo cómo el colchón viejo y gastado cedía bajo su peso. El frío de la habitación se colaba entre las sábanas delgadas, pero ya no le importaba. El cansancio lo había vencido, y aunque el hambre aún le retorcía el estómago, sabía que no había nada que pudiera hacer al respecto. Miriam no había regresado, y lo más probable era que no lo hiciera hasta la madrugada, si es que lo hacía.

El sueño lo arrastró lentamente, pero no fue reparador. Soñó con calles vacías y casas oscuras, con una figura que se alejaba de él sin volver la mirada. Intentó correr hacia ella, pero sus piernas no respondían, como si estuvieran atrapadas en algo pesado e invisible. Cuando finalmente despertó, sudoroso y con el corazón acelerado, la habitación estaba sumida en una oscuridad casi absoluta. El reloj en la pared marcaba las tres de la mañana.

Se levantó, sintiendo cómo el frío del suelo lo hacía estremecer. Caminó hasta la ventana y apartó la cortina. Afuera, la lluvia seguía cayendo, pero ahora era más suave, como si el cielo estuviera agotado después de horas de llorar. La calle estaba vacía, iluminada solo por la luz tenue de un farol que parpadeaba intermitentemente. No había rastro de Miriam.

Volvió a la cama, pero el sueño no regresó. En su lugar, se quedó acostado, mirando al techo y escuchando el ritmo constante de la lluvia. Pensó en lo que sería de él si Miriam nunca regresara. ¿Podría sobrevivir solo? ¿Había algo fuera de esta casa que lo esperara, o estaba condenado a quedarse aquí, atrapado en este ciclo interminable de espera y desilusión?

Las horas pasaron lentamente, y el amanecer comenzó a asomarse por el horizonte. La lluvia había cesado, dejando un silencio extraño en su lugar. Keifarn se levantó y se acercó a la ventana nuevamente. El cielo estaba teñido de tonos grises y anaranjados, y el aire olía a tierra mojada. La calle seguía vacía, pero ahora parecía menos opresiva, como si el nuevo día trajera consigo una pequeña promesa de cambio.

Se vistió rápidamente, sintiendo cómo el frío de la mañana se colaba en sus huesos. Bajó las escaleras en silencio, evitando mirar la puerta de Miriam. Sabía que no estaba allí, y ya no le sorprendía. En la cocina, preparó un poco de té con las últimas hojas que quedaban. El sabor era amargo, pero lo reconfortó.

Mientras bebía, miró por la ventana de la cocina. El mundo afuera parecía estar despertando lentamente. Un pájaro solitario se posó en la rama de un árbol cercano, sacudiendo las gotas de lluvia que aún quedaban en sus plumas. Keifarn observó cómo el animal se arreglaba las alas, como si estuviera listo para emprender el vuelo en cualquier momento.

De repente, sintió una extraña sensación de calma. No sabía qué le depararía el futuro, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez no necesitaba a Miriam. Tal vez, pensó, era hora de dejar de esperar y empezar a vivir.

Con esa idea en mente, terminó su té y salió de la casa. El aire frío de la mañana lo golpeó en el rostro, pero no eso no lo hizo detenerse. Caminó a paso calmado por la calle vacía, sintiendo cómo el sol comenzaba a asomarse lentamente entre las nubes. No sabía a dónde se dirigía, ni a donde llegaría, era la primera vez que salía de casa. Pero por su corta existencia, eso ya no le importaba, solo quería lograr encontrar comida.