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Fear And Hunger: Entretenimiento Oscuro

🇦🇷DeepSeaFears
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Synopsis
Cuando fisuras misteriosas comienzan a desgarrar el tejido del espacio, su aparición se convierte en un misterio inquietante, cada una más desconcertante que la anterior. Estas grietas surgen en lugares inesperados, emitiendo una energía oscura que tiene el poder de paralizar hasta al hombre más valiente. Nadie se ha atrevido a cruzarlas, y cualquier intento por comprender su origen solo ha sumido al mundo en una creciente incertidumbre. Sin embargo, el destino tiene otros planes para Rain. Una de estas fisuras lo atrapa sin previo aviso, llevándolo a un mundo sombrío, gobernado por dioses exteriores y habitado por horrores que acechan en las sombras. Solo, sin respuestas, se encuentra atrapado en un reino donde la realidad parece desmoronarse a su alrededor. Mientras lucha por sobrevivir en este extraño y aterrador lugar, la humanidad asiste impotente a su batalla, observando desde una extraña transmisión que nadie puede detener. La desconexión entre el caos que vive Rain y la indiferencia del mundo es palpable, mientras el misterio de las fisuras y la oscuridad del reino al que ha sido transportado lo empujan a enfrentarse a una verdad que podría cambiar la existencia misma.

Table of contents

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Chapter 1 - Capitulo 1: Silencio Bajo un Cielo Roto

El cielo amanecía gris, cubierto de nubes que se arremolinaban como si ocultaran un secreto antiguo y vasto. Un frío viento serpenteaba por la calle a esa hora temprana, acariciando el rostro de los pocos transeúntes que se dirigían hacia sus trabajos. El silencio dominaba el ambiente, roto apenas por el lejano ruido del motor de un auto o el crujido de las hojas que el viento empujaba sin rumbo alguno.

Rain caminaba sin prisa, con la cabeza agachada y las manos metidas en los bolsillos de su abrigo. El frío era cortante, como si el aire mismo estuviera cargado de algo extraño, una sensación que le erizaba la piel y lo mantenía alerta. Observó la ciudad a su alrededor, las aceras mojadas por una llovizna que había caído durante la madrugada. Las farolas parpadeaban débilmente, luchando por mantener la luz en medio de la niebla espesa que se arrastraba por las calles. Las viejas fachadas de los edificios parecían aún más grises de lo habitual, como si la ciudad misma estuviera cubierta de una capa de suciedad invisible. Cada rincón del lugar parecía apagado, opaco, como si el mundo estuviera en pausa.

—Qué clima más deprimente... —murmuró Rain para sí mismo mientras ajustaba su bufanda alrededor de su cuello. Su voz se perdió entre el viento.

Avanzaba con los ojos fijos en el suelo, donde las sombras de los árboles se proyectaban largas y deformes sobre el pavimento, como si fueran criaturas que acechaban desde la penumbra. La rutina era su acompañante constante: despertar, caminar hasta la estación del tren, perderse en la monotonía del trabajo y regresar a casa para repetir el mismo ciclo al día siguiente. Lo conocía bien. Como todos los demás, se había acostumbrado a la inercia de los días, donde la vida seguía su curso sin ningún problema. La gente a su alrededor parecía atrapada en la misma espiral de indiferencia. Algunos caminaban con el rostro perdido, otros con la mirada fija en sus teléfonos móviles, como si el mundo a su alrededor no existiera.

Rain no podía dejar de preguntarse si todo tenía algún sentido. ¿Era eso lo que les esperaba a todos? ¿Vivir sin propósito, simplemente seguir el flujo de la vida como una hoja arrastrada por el viento? A veces se encontraba mirando a las personas, preguntándose si, al igual que él, se sentían vacíos por dentro. ¿Se darían cuenta de que estaban atrapados en la misma rutina que nunca cambiaba?

El sonido del tráfico a lo lejos y el murmullo de los pocos transeúntes lo arrastraron de vuelta a la realidad. Alzó la vista y observó a un anciano, encorvado bajo un abrigo pesado, que tropezó cerca de él. El hombre cayó al suelo con un ruido sordo, y Rain se apresuró a ayudarlo.

—¿Está bien? —preguntó Rain mientras se agachaba para sostener al hombre.

—Sí, hijo, gracias —respondió el anciano con una sonrisa cansada mientras se sacudía el polvo del abrigo—. Estos viejos huesos ya no son lo que eran antes.

—El frío tampoco ayuda, ¿verdad? —comentó Rain con una ligera sonrisa, intentando aligerar el momento.

El anciano asintió, y por un instante, sus ojos se encontraron con los de Rain. Hubo una fracción de segundo en la que algo se dijo sin palabras, una comprensión tácita entre ellos dos. El anciano parecía estar a punto de decir algo, pero dudó.

—Ni el frío ni esta ciudad... últimamente se siente diferente —dijo finalmente, su voz temblorosa pero firme.

Rain alzó una ceja, sorprendido por el comentario.

—¿Diferente? —preguntó, intrigado.

El anciano miró alrededor, como si buscara las palabras correctas. La gente pasaba a su lado, ajena a la conversación, y el sonido del viento y los autos continuaba como un murmullo lejano.

—No sé explicarlo bien, pero el aire se siente raro... más pesado. Como si algo estuviera acechando a la vuelta de la esquina.

Rain frunció el ceño, pero decidió no darle demasiada importancia. Las personas mayores solían decir cosas extrañas, sobre todo cuando el paso de los años comenzaba a nublar su percepción de la realidad.

—Espero que solo sea el clima —dijo, intentando restarle importancia.

—Tal vez... pero ten cuidado, hijo. —El anciano lo miró una vez más, con una intensidad que Rain no había esperado. Después se despidió con un leve gesto y siguió su camino, dejando a Rain allí, parado, con una extraña sensación de inquietud.

Rain se quedó unos segundos más en el lugar, observando cómo el anciano se alejaba por la acera. A pesar de sus palabras, el pensamiento del hombre no lo abandonaba. No era la primera vez que escuchaba a alguien hablar del "cambio en el aire". Sin embargo, nunca le había prestado demasiada atención. Lo había tomado como una simple superstición o un reflejo del cansancio de la gente mayor. Pero algo, quizás la mirada del anciano, lo hizo dudar por un momento. Se sacudió la sensación y comenzó a caminar nuevamente.

Al llegar a la estación, vio con curiosidad las pantallas publicitarias parpadeando sin cesar, mostrando estática de vez en cuando. Pensó que debía ser un fallo en el sistema o el mal mantenimiento de estas, pero algo en su interior lo hizo pensar que había algo más. En su día a día, la tecnología era tan omnipresente que ya ni siquiera pensaba en las fallas. Aquel parpadeo incesante, sin embargo, parecía fuera de lugar. Como si algo estuviera interfiriendo en la realidad misma.

Siguió caminando hasta encontrar algún banco donde sentarse. Estaba cansado, aunque no sabía bien de qué. La fatiga que sentía no provenía de un esfuerzo físico, sino de algo más profundo, como si llevara demasiado tiempo cargando un peso invisible.

Antes de que pudiera sentarse, notó una multitud que murmuraba inquieta, con la vista fija en el cielo. Rain se acercó para ver qué estaba sucediendo. Un par de personas hablaban entre sí, con la voz temblorosa.

—¿Viste eso? —preguntó una mujer, su tono de voz apenas audible.

—No puede ser... el cielo no debería hacer eso, ¿verdad? —respondió un joven a su lado, mirando con incredulidad.

Rain, intrigado, se acercó a un hombre que parecía más calmado que el resto, observando el cielo con atención.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

El hombre lo miró brevemente antes de responder, su rostro serio pero al mismo tiempo lleno de incertidumbre.

—No lo sé... pero hay algo raro. —Señaló con el dedo hacia el cielo. Rain siguió su mirada, al principio sin ver nada fuera de lo común. Solo nubes densas, oscuras, que se movían lentamente. Sin embargo, una extraña sensación de vacío comenzó a crecer en su pecho, como si una parte de su ser se estuviera desvaneciendo. Algo no estaba bien. No era solo el mal tiempo ni la inquietud de la gente. Había algo más, algo inexplicable. Un escalofrío recorrió su espalda.

Sin previo aviso, un temblor sacudió la ciudad. No fue un movimiento fuerte, pero lo suficiente para hacer vibrar el suelo y hacer crujir las estructuras cercanas. Rain perdió el equilibrio por un segundo, pero logró mantenerse en pie. La multitud comenzó a gritar, algunas personas se echaron al suelo, mientras otras retrocedieron instintivamente, como si intentaran alejarse de algo invisible.

—¡Está temblando! —gritó alguien a lo lejos, con una voz llena de pánico.

Los pájaros, que hasta entonces permanecían en silencio, emprendieron un vuelo desesperado, alzándose en el aire con un estrépito que pareció llenar toda la ciudad. Las personas alrededor comenzaron a gritar, algunas dando pasos hacia atrás sin pensarlo, otras paralizadas por el miedo, mirando al cielo con los ojos desorbitados.

Entonces, todos lo vieron.

En el cielo, el aire mismo se desgarraba. Era como si la realidad hubiera sido rasgada por una garra invisible. Una grieta oscura, como una fisura en el mismo tejido de la realidad, palpitaba lentamente, expandiéndose a medida que la ciudad caía en el caos. La brecha, en constante expansión, emitía destellos de una luz extraña, un resplandor antinatural que parecía absorber la misma esencia de la existencia, como si el color mismo fuera un concepto que el universo intentaba rechazar. 

Rain sintió su garganta secarse mientras una presión en el aire parecía invadirlo todo. El viento, que antes era frío y cortante, se detuvo por completo, y su mundo pareció haberse pausado. La gente a su alrededor comenzó a murmurar, algunos señalando, otros paralizados. Nadie se movía, nadie podía apartar la mirada del abismo que se abría ante ellos.

—¿Qué demonios es eso? —susurró alguien detrás de él, su voz temblando.

—No lo sé, pero no me quedaré aquí para averiguarlo —respondió otra persona antes de salir corriendo.

Rain no podía moverse. Su cuerpo permaneció inmóvil ante lo que veía, una distorsión que parecía desafiar cualquier lógica. Las sombras en el suelo se alargaban de manera antinatural, como si todo estuviera siendo estirado hacia la brecha. Nadie sabía qué estaba pasando, pero la presencia de la fisura, y todo lo que la rodeaba, estaba invadiendo todo. El sonido del caos se apagó, como si el espacio mismo absorbiera los gritos y el bullicio. El aire se espesó, y las nubes, antes inofensivas, comenzaron a formar figuras extrañas, distorsionadas, como si las mismas leyes de la naturaleza fueran quebradas.

Era imposible entender qué estaba ocurriendo, pero el terror era palpable, como una neblina que se apoderaba de todos. Y mientras observaba, con la garganta apretada, una única verdad se instaló en su mente: nada volvería a ser como antes.