Mis hijos, Lían y Mateo, me abrazaron al escuchar la noticia.En medio de la celebración, mi suegra interrumpió:—Ana, ¿ya le contaste a mi hijo que pasaste a la universidad? —preguntó.—No, no lo he hecho. Quería decírselo cuando llegara a casa de su trabajo —respondí.—Pero Ana, es mejor que se lo digas, ya que a veces llega muy tarde —insistió mi suegra.En ese momento, mi hijo Mateo intervino:—Madre, mi abuela tiene razón, es mejor que lo llames. Además, él siempre responde las llamadas sin importar lo ocupado que esté.Al ver que ambos tenían razón, decidí llamarlo para darle la noticia.—Hola, amor, ¿estás ocupado? —pregunté.—Acabo de salir de una reunión de la constructora. Ya te iba a llamar para contarte algo. Cuéntame, ¿pasa algo en la casa? —me respondió Marcos.—Es que pasé a la universidad, cariño, estoy muy contenta de haber logrado este objetivo —dije emocionada.—Me alegra mucho, cariño. ¡Hoy tenemos que celebrar eso! —exclamó Marcos.—Dime, cariño, ¿qué me ibas a contar? —pregunté.—Te lo cuento en casa, amor. voy a despedirme de mi abuelo —respondió.Colgué el teléfono y decidí darme un baño, ya que estaba un poco sudada por haber estado trotando en el parque. Disfruté del baño y luego pasé tiempo con mis hijos viendo películas y jugando videojuegos. Les di la tarde libre a los trabajadores de la casa. Al caer la tarde, preparé una cena deliciosa que encantó a todos. Guardé un poco en la nevera para cuando llegara mi esposo.Luego de terminar de organizar la cocina, me fui a mi cuarto, donde decidí ver una serie para esperar a Marcos. Me había dicho que llegaría temprano. Sin embargo, marcaban casi las 10 y media cuando finalmente entró a nuestro cuarto. Me sorprendió al ver que traía una botella de vino y dos copas.—Aquí traigo esto para celebrar tu ingreso a la universidad y mi ascenso en la constructora —dijo Marcos.—¿No me digas que te ascendieron? Estoy muy contenta, amor. ¿Qué puesto te dieron? —pregunté, emocionada.Lo abracé y lo besé.—Soy el nuevo presidente de la empresa de mi abuelo —me reveló.—¿En serio, amor? ¿Y qué pasó con tu tío? —pregunté, intrigada.—Mi abuelo y los directivos lo destituyeron de su puesto por su mal manejo. Inmediatamente renunció. Pero no hablemos de eso, ¡hay que celebrar estas dos noticias del día de hoy! —dijo MarcosMi esposo se dispuso a servir el vino mientras una suave melodía ambientaba nuestro cuarto, creando una atmósfera íntima. A medida que la botella se vaciaba, la temperatura del ambiente iba en aumento. Ya sentía sus caricias sobre mis piernas, acercándome más a él.Colocando las copas y la botella en la mesita, lo rodeé con mis brazos. Nuestros labios se encontraron en un beso ardiente mientras su mano ascendía por mi pierna, provocando un leve gemido que se escapó de mis labios. Cuando sus dedos llegaron a mi entrepierna, no pude evitar sonreír.—Ay, cariño, ya estás toda mojada aquí abajo —comentó Marcos con una chispa en su mirada.—Tus caricias me hacen mojar demasiado, hazme el amor como tú sabes —respondí, sintiendo cómo su toque me encendía.Me quitó la tanga y, mientras sus dedos se introducían en mí, gemí más fuerte. Con la otra mano, desató la cinta de mi bata, revelando mis pechos ante su mirada cautivada. La sensación de su respiración en mi cuello hizo que mi cuerpo temblara, y cuando su lengua recorrió mi pezón, un escalofrío me recorrió.La pasión se intensificó cuando besó mi cuello hasta llegar a mis labios, donde nuestras lenguas danzaban entusiasmadas. Sentí cómo sus dedos salían de mí, subiendo lentamente hasta mis labios, donde los chupé, disfrutando de mi propio sabor.De pronto, se puso de pie y me indicó que me pusiera de perrito. Miré su rostro, justo frente a su entrepierna, que se marcaba claramente en sus pantalones. Con su mirada intensa, me pidió que le desabotonarse los pantalones, y al dejarlos caer, sus manos acariciaron mis nalgas.Con un movimiento ágil, le quité el bóxer, dejándome ver su miembro, tan duro como me gusta. Me acerqué y pasé mi lengua por el grande, provocando un gemido de placer en él. Bajo la lengua por su tronco, sintiendo cómo su cuerpo respondía, y llegué a sus testículos, saboreando.Volviendo a subir, lo miré a los ojos mientras introducía su pene en mi boca.—Cariño, me encanta cómo me lo chupas —dijo Marcos, perdiéndose en el placer.Estaba tan concentrada en lo que hacía que no podía responder. Lo metía más profundo, casi ahogándome, hasta que me indicó que me pusiera boca abajo en la cama. Sentí su aliento en mi piel, algo que me hizo estremecer de deseo. Abrió un poco mis piernas, y en un momento sentí su lengua jugar con mi clítoris, llevándome a un estado de excitación absoluta.Intenté cubrir mis gemidos con mis manos, pero era difícil contenerme. Mis gemidos se volvían más sonoros mientras sentía cómo su lengua entraba en mí, llevándome al borde de un orgasmo. Mis manos se aferraban a las sábanas, y mi cuerpo se estremecía por completo. Cuando sentí un dedo de él jugando con mi mano, supe que iba a perder el control.Con un impulso, llevé mis manos a su cabeza, presionando más contra mi entrepierna. No pude aguantar más y me vine en su boca, mientras mi esposo se deleitaba con mi néctar, asegurándose de no dejar ni una gota.—Cariño, te viniste más que en otras ocasiones —dijo Marcos, con una sonrisa satisfecha.Respiré hondo, aún aturdida por el placer.—Esos movimientos tuyos con tu lengua son imposibles de resistir —respondí, todavía un poco agitada.Él se puso sobre mí nuevamente, acercando sus labios a los míos. Nos besamos, disfrutando de mi sabor que aún persistía en sus labios. Sentí su miembro rozar mi intimidad y, al dejar de besarme, observé cómo tomaba su miembro con la mano derecha, sobándose con mi esencia, tan húmeda por el momento.Un leve gemido escapó de mis labios cuando su miembro abrió camino dentro de mí, haciendo que cubriera mis gemidos con mis manos. Su ritmo de penetración era lento, pero el deslizamiento era fácil, gracias a la lubricación que producía nuestro deseo. Cada vez que lo metía y sacaba, podía sentir sus huevos chocando contra mi cuerpo, mientras mis piernas se posaban sobre su pecho, empujándolo aún más dentro de mí.No podía contener mis gemidos, que se volvían sonoros y descarados. Su miembro rasgaba suavemente las paredes de mi interior, mientras la necesidad y el deseo me consumían. De repente, se levantó, retirando su miembro, y me indicó que abriera un poco más las piernas. Le respondí llevando mis piernas hacia mis pechos.Vi cómo se agachaba y, de repente, su miembro entró en mí rápidamente, provocando un pequeño grito de sorpresa por el leve dolor. Aun así, pronto el placer volvió a apoderarse de mí. Su ritmo de penetración se volvió más rápido, llenando la habitación con el sonido de nuestro encuentro.Éramos como una orquesta de pasión, donde los gemidos y susurros se mezclaban con el sonido del sudor y el roce de nuestros cuerpos. El deseo cerró cualquier pensamiento en mi mente, y nos entregamos a la conexión pura que compartíamos.Sentí cómo el ritmo de su penetración disminuía, haciéndose más lento, como si quisiera saborear cada instante. Observé su rostro, notando los gestos de placer que hacían su expresión aún más atractiva. Cuando escuché un grunido escaparse de su boca, supe que estaba cerca, y supe que nuestra unión estaría a punto de llegar a su clímax.El momento llegó. Sentí cómo se venía dentro de mí, llenándome con su esperma caliente. Cuando retiró su miembro, quedó de rodillas sobre la cama. Sin pensarlo, llevé mi mano hacia mi entrepierna. Con un dedo, recogí su esperma mezclado con mi néctar y lo llevé a mi boca, disfrutando del sabor combinado. Era delicioso, una mezcla perfecta de placer compartidoMe senté, en su rostro sentia su satisfacción reflejada en su mirada. Al bajar la vista, vi su miembro, aún con restos de su esperma. Me agaché y pasé la lengua alrededor de su grande, limpiándolo hasta dejarlo completamente limpio. Con cada roce de mi lengua, su miembro se puso duro de inmediato. Miré a mi esposo a los ojos y le pregunté:—Ay, cariño, ¿de nuevo se te puso dura?—¿Cómo no se va a poner dura si tus toques lo ponen inquieto? —me respondió, claro el deseo en su voz.Nos besamos otra vez, nuestras lenguas jugando entre sí mientras el momento se intensificó. Luego, me pidió que me pusiera de perrito, con la cara hacia la cama. Obediente a las peticiones de mi amo, asumí la posición que él indicó.Sentí su presencia detrás de mí y le murmuré que me lo metiera. Al sentir su gran pedazo de carne entró en mí, gemí suavemente, disfrutando su tamaño. Esta vez, era yo la que se movía, deslizando mi cadera de atrás hacia adelante en un ritmo sensual. Hice esto unas diez veces, sintiendo cómo se llenaba completamente.De repente, él me tomó del pelo y continuó con la penetración, aumentando el ritmo. Traté de morder la almohada para contener mis gemidos, dejó que el placer me dominará. Con cada movimiento , la cama temblaba al compás de nuestros cuerpos.—Cariño, hazlo un poco más suave, o despertarás a todos en la casa —le advertí él entre gemidos.—Es imposible contenerme cuando te estás dejando llevar así, tan salvaje —respondí.—Me encanta que seas así —confesó, sintiendo la oleada de placer.Con eso, él aumentó aún más el ritmo de la penetración, poseyéndote con una pasión arrolladora. Mis gemidos crecían en volumen, y podía sentir cómo mi néctar corría por mis muslos, resultado de los múltiples orgasmos de esa noche.Marcos susurró que no podía aguantar más, y yo sabía que estaba cerca de tener mi quinto clímax de la noche. Me retiró su miembro justo en el momento en que se venía sobre mi espalda, sintiendo cómo llenaba mi piel con su calor.Ambos caímos rendidos en la cama, nuestras respiraciones entrelazadas y aceleradas, satisfechos por la entrega de esa noche inolvidableCuando estábamos un poco mejor, vimos que la hora era la 1 de la madrugada. Nos pegamos una ducha donde nos quitamos el sudor. Él me ayudó a aliviar la espalda. Cuando terminamos de ducharnos, recogimos las sábanas que estaban sucias y las llevamos al cuarto de lavado, donde las dejamos lavar toda la noche. Luego, nos acostamos y quedamos rendidos en la cama. Yo, satisfecha por la gran noche de pasión, donde pude calmar mi deseo.Al día siguiente, me levanté alrededor de las 8 de la mañana y ya mi esposo se había ido a su trabajo. Me levanto de la cama, me organizo, me pongo una camisa, una chaqueta y una falda ajustada. Mi rostro se notaba en una sonrisa de satisfacción. Salgo de mi cuarto y llego al comedor, donde Isabel me prepara el desayuno. Mi suegra estaba terminando su desayuno. Ella me mira con una sonrisa, así que le preguntó:—Suegra, ¿pasa algo o estoy mal vestida? —pregunto.—Lo contrario, Ana, solo que estás muy sonriente. Veo que la noche de ayer fue maravillosa con mi hijo —me dice mi suegra.—Ay, suegra, no me digas que ayer los despertamos, qué pena —respondo.—Tranquila, mija, eso es normal. Además, esta es su casa; pueden hacer lo que quieran —me responde mi suegra.Al terminar el desayuno, me retiro a mi estudio, imprimió la carta de aceptación de la universidad y salgo de casa. Me subo a mi coche rumbo a la empresa de mi padre que se encuentra en el centro de la ciudad para mostrarle que iba a entrar a la universidad