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Chapter 2 - Mi Pequeño amante

Entré al sitio de la universidad y vi que las inscripciones estaban abiertas para la carrera en la que quería estudiar. Tenía miedo dentro de mí de ser rechazada por mi edad, pero, al llenar el formulario, noté que el costo de la carrera era muy alto. Aun así, decidí que podía pagarlo. Cuando envié todos mis datos, recibí una notificación en mi correo informando que mis datos habían sido recibidos. También me enviaron un enlace para que depositara la cuota para el examen de ingreso.Terminé todo eso antes del mediodía, lo que me permitió relajarme el resto del día. Pasé la tarde con mi suegra viendo k-dramas, que son mis favoritos. Cuando llegó la hora de la noche, me despedí de todos y les di las buenas noches a mis hijos.Entré a mi cuarto, me quité toda la ropa, incluyendo la interior, y la puse sobre una silla que tengo. Luego, abrí mi armario y saqué una lencería que había comprada hacía unos días. Era una tanguita de hilo que a mi esposo le encantan, y un sostén rojo con moños que cubrían mis pezones. Al ponérmela, me acerqué al espejo de mi cuarto y di una vuelta para ver cómo me veía. Verme en lencería me excitó un poco, ya que mi pecho se veía muy bien con el sostén, y la tanga se perdía en la división de mis nalgas.Regresé a la cama, me senté en el borde y saqué una crema que empecé a aplicarme en las piernas. Cuando terminé, me puse la bata de lencería y subí a la cama, adoptando una pose muy sexy. Pasaron las horas, y mi esposo no llegaba. Poco a poco, me fui frustrando por no poder tener sexo con él, ya que mi cuerpo necesitaba ser tocado. Mis dedos ya no me daban satisfacción como la noche anterior.Alrededor de las 12 de la noche, me desperté de repente al escuchar un ruido en la planta baja de la casa. Como ya sentía un poco de frío, me cambié de bata y me puse la que siempre uso para salir de mi cuarto. Bajé las escaleras y vi que había luz proveniente de la cocina. Al acercarme, vi que era mi esposo, quien acababa de llegar de su trabajo. Tenía un rostro agotado Yo, por dentro, muriéndome de ganas de tener sexo esta noche con él.—Cariño, ¿por qué llegaste a estas horas del trabajo? —pregunte con un toque de preocupación en mi voz.—La empresa de mi madre está pasando por una crisis financiera a causa del mal manejo de mi tío —responde Marcos, dejando escapar un suspiro.—Pero la empresa de tu familia no estaba bien hace unos meses —observó.—Sí, pero desde que mi abuelo dejó su cargo y se lo entregó a mi tío, él y sus hijos han hecho lo que han querido con la empresa y han firmado contratos que podrían dejarnos en serios problemas —dice Marcos, claramente frustrado.—¿Y tu madre sabe de esto?—Preferimos que no se entere mis hermanos y yo no queremos que tenga más problemas con mi tío.—¿Y por qué no convocas una reunión con los socios de la empresa para proponer un cambio de presidencia?—No había pensado en eso, es una buena idea. Mañana se lo comentaré a mis hermanos —responde Marcos,En ese momento, mi esposo termina de comer la cena que le habían guardado en la nevera. Ambos nos dirigimos al cuarto. Él se deja caer en la cama, agotado y estresado por su trabajo. Yo decidí no molestarlo, aunque llevaba puesta la lencería que había elegido para seducirlo, esperando que me hiciera el amor como solo él sabe hacerlo.Intenté acostarme a su lado, tratando de dormir, pero mi calentura no me dejaba en paz. Daba vueltas en la cama, mientras él ya comenzaba a roncar. Decidí levantarme. Miré la hora: eran la una de la madrugada. Me dirigí al baño de nuestra habitación. Al entrar, dejé caer mi bata al suelo, apoyé un pie en la tapa del inodoro y, en un movimiento delicado, deslicé mi braga a un lado.Empecé a tocarme, sintiendo cómo mi concha ya estaba muy mojada por la excitación. Mis gemidos comenzaban a escapar mientras introducía un dedo dentro de mí y luego el otro, aumentando el ritmo de mi penetración. Los sonidos que hacia mis dedos se mezclaban con mis gemidos, que llenaban el espacio. Al llegar a mi clímax, un gemido sonoro escapó de mis labios, y una gran cantidad brotó de mí, mojando el suelo y la tapa del inodoro.Mientras una parte de mí se desliza por mi pierna, sentí cómo las oleadas de placer seguían golpeando en mi interior. Me apoyé en la pared del baño, sintiendo un tremendo orgasmo recorrer cada parte de mi ser. Pero incluso con eso, las ganas no se disipaban; todavía necesitaba tener un pedazo de carne dentro de mí que me dejara sin fuerzas.Cuando ya no podía más, busqué en uno de los armarios del baño y saqué una cajita donde había guardado uno de mis juguetes íntimos, que compré hace un año, justo cuando mi esposo comenzaba a viajar con frecuencia. Ese juguete controlaba el fuego que ardía en mí.Saqué el dildo y sentí cómo mi boca se hacía agua por su tamaño. Le di una mamada para impregnárselo de mi saliva, completamente inmersa en el deseo. No sabía qué hora era, pero en ese instante, el tiempo no importaba. puse el dildo en la tapa del inodoro era la solución perfecta para intentar calmar la llama que ardía en mi ser. Le di la espalda al juguete, al que solía llamar con cariño "mi pequeño amante favorito". Con la ayuda de mi mano, lo introduje lentamente, sintiendo cómo la cabeza del aparato se abría camino en mi interior. Una vez que el tronco del dildo estuvo completamente dentro de mí, mis nalgas tocaron la tapa del inodoro. Me quedé quieta un instante, acostumbrándome a la sensación, ya que hacía demasiado tiempo que no lo usaba.Cuando finalmente me adapté, decidí moverme un poco hacia delante para estar más cómoda. Me levanté un poco, dejando que el juguete saliera de mí hasta la mitad, y después lo volví a introducir. Repitió este movimiento unas diez veces, aumentando el ritmo de mis sentones. Algunas veces rápidas, otras lentas, mordía mis labios para no dejar escapar ningún gemido. Mis nalgas chocaban con la tapa del inodoro con cada movimiento, y ya no pude contener mis gemidos, que iban escapándose uno tras otro.El placer que sentía me hizo consciente de mis gestos de satisfacción. Mis pechos estaban demasiado apretados en mi sostén y comenzaban a dolerme. Con una mano, dejé uno de mis pechos fuera, y al acariciar con las yemas de mis dedos sobre mi piel sensible, un sonoro gemido se escapó de mis labios. El simple contacto me hizo temblar de placer.Noté que la base del juguete ya había formado un pequeño charquito con mis fluidos. Así que aumenté el ritmo de la penetración, haciendo que el dildo a veces se saliera casi por completo. Los sonidos de mi trasero chocando con la tapa del inodoro se mezclaban con mis gemidos, que ya eran muy sonoros. No me importaba que mi marido pudiera escucharme; la necesidad de placer era más fuerte. Sentía que estaba a punto de llegar a un segundo clímax de la noche. Cada embestida del juguete me hacía temblar, y me di cuenta de que la falta de sexo me había convertido en otra mujer, dejando atrás a la "mujer decente" que cede por el bienestar de su familia.Justo cuando ya no podía aguantar más, sentí cómo un impulso recorrió mi cuerpo. Con una mano, bajé y empecé a tocarme, al mismo tiempo que el consolador salía de mí y entraba de nuevo. Un sonoro gemido salió de mi boca, anunciando mi segundo orgasmo de la noche. Este fue aún más intenso que el primero; el flujo que salió de mí empapó el inodoro y llegó al suelo. Perdí el equilibrio y caí, sintiendo contracciones en mi cuerpo mientras disfrutaba del tremendo orgasmo que ese juguete me había proporcionado.Quedé en el suelo, acostada unos diez minutos, sintiendo cómo mi cuerpo poco a poco recuperaba fuerzas. Cuando logré sentirme un poco más fuerte, me levanté de inmediato y abrí la puerta del baño, asomándome para ver si mi esposo se había despertado. Debía de estar muy cansado, el pobre.Entré a la ducha para quitarme el sudor y mis fluidos. Una vez que me sentí limpia y renovada, me puse la bata y salí del baño, asegurándome de no dejar rastro de mi aventura con el juguete. Lo guardé en su caja y lo coloqué encima del armario del baño. Luego, salí y me dirigí de nuevo a la cama. Estaba satisfecha. Miré mi celular y vi que eran las tres de la madrugada.l día siguiente, me levanté y me quité la bata con la cual había dormido. Me sentía tan satisfecha que se me olvido ponerme el pijama. Me vestí con ropa decente para estar en casa y salí de mi cuarto rumbo a la cocina por mi desayuno. Al mirar el reloj en la pared, vi que marcaba las nueve y media de la mañana.—Isabel, ¿por qué no me despertaste temprano? No ves la hora que es —le dije a mi empleada.—Lo siento, señora Ana. Es que vi que no se levantaba y su suegra me dijo que no la despertara, que la dejara durmiendo —respondió Isabel.—También es culpa mía por acostarme tan tarde. Dame mi desayuno, por favor —le pedí.Isabel me sirvió arepas con huevo y tocino.—Isabel, ¿y mi suegra? ¿Dónde está que no la veo? —pregunté.—La señora salió a caminar por la zona y a visitar a unas amigas —me informó.Terminé mi desayuno y le dije a Isabel que no me molestara, que iba a estar en mi estudio revisando unas cosas. Al llegar a mi estudio, vi un correo de la universidad que me informaba que la transferencia fue exitosa; así que ya podía realizar las pruebas de ingreso a la universidad que se llevarían a cabo dentro de siete días. También me notificaron sobre los temas que estarían en las pruebas. Estaba muy contenta, era un gran paso hacia mi entrada en la universidad.Me levanté de mi escritorio y fui al estante de libros a ver si tenía los libros que mencionaban los temas para el examen. Sabía que podía buscarlos en internet, pero prefería tener los libros conmigo. Solo contaba con un libro de economía, y los demas estaba en la biblioteca personal de mi padre, por lo que decidí ir a su casa.Inmediatamente llamé a Isabel.—¿En qué te puedo ayudar, señora Ana? —me preguntó.—Voy a salir un rato. Si mi suegra pregunta por mí, dile que fui a casa de mi padre por unos libros que necesito —le expliqué.Salí de la casa, subí a mi coche y me dirigí a la casa de mi padre. Tuve que atravesar toda la ciudad, pues siempre había preferido vivir lejos del bullicio, buscando la paz que ese lugar le ofrecía. Me tocó desviarme por diferentes calles debido a obras en la ciudad por la fase tres del metro.Cuando llegué a casa de mi padre, estacioné mi coche frente a la portería para entrar. No había estado en este lugar desde el accidente que sufrió mi madre y mi hermana menor. El carro en el que iban fue embestido por una camion de carga. Mi madre murió en el acto y mi hermana falleció tres días después. Ellas iban rumbo a mi casa para preparar su despedida de soltera, ya que al día siguiente sería su boda. Si hubiera estado con ellas en mi coche, tal vez no hubiera pasado.Tomé valor y llamé por el intercomunicador. Inmediatamente me dejaron pasar a la propiedad de mi padre, estacioné el coche junto a las escaleras que conducen a la puerta principal de la casa. Al bajarme, caminé hasta la puerta y toqué el timbre. Al segundo, una empleada me abrió.—Hola, señora Ana, pase. Esta es tu casa —dijo la empleada.—Natalia, ¿Quién se encuentra en casa? —pregunté.—Solo está su madrastra. ¿Quiere que la llame? —ofreció la empleada.—No, solo vengo por unos libros de mi padre que necesito —respondí.La empleada de mi padre me dejó pasar y me dirigí de inmediato a la biblioteca, donde busqué los libros que necesitaba. No quería encontrarme con la "trepadora" que había conseguido mi padre, así que me apresuré a recoger lo que necesitaba.