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.sanctuary.

KinoAcker
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Synopsis
Hikaru solo quería una vida normal: clases aburridas, tardes con sus amigos y su amor secreto por Aiko. Pero todo cambió el día en que su grupo escolar descubrió una antigua ruina… y abrió una caja que nunca debió ser tocada. Los artefactos sellados en su interior se esparcieron por el mundo, eligiendo a sus huéspedes y alterando el destino de la humanidad. Poco después, una enigmática criatura descendió del cielo y lanzó una advertencia: tienen un año para prepararse. ¿Para qué? Nadie lo sabe. Mientras gobiernos, organizaciones secretas y seres de otros mundos entran en juego, Hikaru se verá atrapado en una batalla donde el poder corrompe, la traición acecha y la derrota significa la extinción total. El reloj ha comenzado a correr…
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Chapter 1 - El Día en Que Todo Cambió

La mañana comenzó como cualquier otra, aunque Hikaru tenía esa incómoda sensación de que algo estaba a punto de salir mal. No sabía si era por el café instantáneo que su madre insistía en preparar ("Es bueno para despertarte," decía siempre) o porque había soñado con Aiko otra vez. En el sueño, ella llevaba una diadema brillante y le sonreía mientras él intentaba confesar sus sentimientos… pero justo antes de que pudiera hablar, se despertó con el timbre del reloj.—Qué original —murmuró Hikaru para sí mismo, bostezando mientras ajustaba su mochila sobre el hombro—. Otra vez el mismo sueño. ¿Por qué no puedo simplemente decirle "te quiero" en lugar de quedarme ahí como un idiota balbuceando?En la entrada del autobús escolar, la profesora Kato, una mujer de mediana edad con gafas redondas y un aura de autoridad maternal, sostenía una tabla con lista de asistencia. Su voz resonaba con claridad, cortando el aire fresco de la mañana.

—¡Hikaru Nakamura!

—Presente —respondió Hikaru, levantando la mano con pereza mientras subía al autobús. Se dejó caer en uno de los asientos traseros junto a Daiki, su mejor amigo desde la infancia. Daiki era el tipo de chico que siempre parecía estar listo para hacer una broma, incluso cuando no debía.

—¿Y bien? ¿Soñaste otra vez con Aiko? —preguntó Daiki con una sonrisa traviesa apenas la puerta del autobús se cerró detrás de ellos.

—No es asunto tuyo —replicó Hikaru, cruzándose de brazos y mirando hacia la ventana—. Pero ya que lo preguntas, esta vez casi logré decirle algo antes de que mi cerebro decidiera que sería genial convertirme en un pez fuera del agua.

Daiki soltó una carcajada.

—Vamos, Hikaru. Si sigues así, te vas a quedar sin líneas en tu guion romántico. Deberías tomar ejemplo de mí: directo, claro y con estilo.

—Sí, claro —respondió Hikaru con sarcasmo—. Porque nada dice "estilo" como alguien que se tropieza con sus propias palabras cada vez que abre la boca.

La profesora continuó nombrando nombres hasta que finalmente dijo:

—¡Eso es todo! Nos vamos.

El autobús arrancó con un rugido suave, y pronto estaban en camino hacia las ruinas montañosas, un destino poco emocionante para la mayoría de los estudiantes. Sin embargo, nadie podía negar que las vistas panorámicas durante el trayecto eran impresionantes. Los árboles cubiertos de rocío brillaban bajo la luz del sol naciente, y el aire olía a tierra mojada y hojas frescas.

Cuando llegaron, la profesora Kato explicó brevemente la importancia histórica del lugar: unas ruinas antiguas que databan de siglos atrás, probablemente utilizadas por alguna civilización desconocida para ceremonias religiosas. Nadie prestó demasiada atención; después de todo, solo era una excursión escolar más.Pero entonces ocurrió lo inevitable. Mientras el grupo exploraba las ruinas principales, cinco estudiantes terminaron separándose del resto sin darse cuenta. Entre ellos estaban Hikaru, Aiko, Daiki, y dos chicas más: Rina, una chica extrovertida con cabello corto y risueña, y Yumi, quien siempre parecía estar leyendo un libro o escribiendo en su cuaderno.

—Esto es increíble —dijo Rina, caminando adelante con entusiasmo—. ¡Somos como aventureros en busca de tesoros perdidos!

—O como idiotas perdidos en medio de la nada —comentó Yumi sin levantar la vista de su cuaderno, aunque había un brillo travieso en sus ojos.

—Relájate, Yumi —intervino Hikaru con una sonrisa irónica—. Si encontramos algo valioso, prometo compartirlo contigo. Bueno, tal vez no todo. Necesitaré algo para pagar mi terapia después de este viaje.

Daiki soltó una carcajada.

—¿Terapia? Pensé que ya tenías suficiente con tus monólogos internos sobre Aiko.

Aiko, que había estado escuchando en silencio, se sonrojó ligeramente. Era una chica de cabello largo y oscuro con una actitud tranquila pero decidida. Miró a Hikaru con una mezcla de curiosidad y diversión.

—¿Monólogos internos? —preguntó Aiko, arqueando una ceja—. ¿Debería preocuparme?

—Solo si te molesta que piense en cómo salvar el mundo mientras me imagino declarándome —respondió Hikaru con una sonrisa sarcástica, aunque sus mejillas se pusieron ligeramente rojas.

Después de unos minutos de caminar entre árboles y rocas, encontraron una gran estructura que llamó su atención. Parecía un santuario parcialmente bloqueada por maleza, pero lo suficientemente accesible como para despertar su curiosidad.

—¿Deberíamos entrar? —preguntó Rina, iluminando el interior con su linterna.

—No sé… parece peligroso —respondió Yumi, dubitativa.

—Oh, vamos —dijo Hikaru, rodando los ojos—. ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Un fantasma nos persigue con un examen sorpresa?

Sin embargo, cuando entraron, el ambiente cambió drásticamente. El aire se volvió frío y pesado, y las paredes estaban cubiertas de inscripciones extrañas que parecían brillar débilmente bajo la luz de las linternas. Avanzaron lentamente, hablando en susurros mientras cada paso resonaba en el silencio.

—Esto me da mala espina —murmuró Daiki, fingiendo temblar exageradamente.

—Cállate, Daiki —lo regañó Rina—. Estás asustando a todos.

—¿Yo? —exclamó Daiki, poniendo una mano en su pecho con dramatismo—. Pensé que el experto en asustar gente aquí era Hikaru con sus comentarios sarcásticos.

Finalmente, llegaron a una habitación central donde una escalera descendía hacia una plataforma elevada. En el centro de esta, había una caja antigua que parecía hecha de piedra negra pulida, con detalles dorados que formaban patrones intrincados.

—Guau… ¿Qué creen que sea esto? —preguntó Aiko, acercándose cautelosamente.

Hikaru no pudo evitar sentirse atraído por la caja. Era como si una fuerza invisible lo llamara hacia ella.

—Deberíamos abrirla —sugirió, aunque su propia voz sonaba insegura.

—¿Estás loco? Podría ser peligroso —protestó Yumi.

—¿Y qué? Si morimos, al menos tendremos una buena historia para contar en el más allá —respondió Hikaru con una media sonrisa.

Pero antes de que pudieran detenerlo, Hikaru extendió la mano y tocó la tapa. Al tocarla, la caja se abrió, liberando una intensa luz amarilla que ascendió rápidamente hacia el techo. La luz atravesó una abertura en lo alto de la cámara, iluminando el cielo azul afuera.

Todos quedaron paralizados, incapaces de procesar lo que acababa de suceder. Entonces, Hikaru sintió un cosquilleo en su brazo. Miró hacia abajo y vio un tatuaje luminoso que parecía moverse como una serpiente azulada, deslizándose por su piel hasta envolver su muñeca.

—¿Qué demonios es eso? —exclamó Daiki, señalando el extraño diseño serpenteante que ahora brillaba en el brazo de Hikaru.—¿Hikaru? ¿Estas bien?—exclamó Aiko con temor.Pero antes de que Hikaru pudiera decir algo, un temblor sutil sacudió el suelo bajo sus pies.

—¿Sintieron eso? —preguntó Yumi, abrazándose a sí misma mientras miraba hacia el techo de la cámara.

Rina apretó su linterna con fuerza, como si eso pudiera protegerla de lo que fuera que estuviera ocurriendo.

—Deberíamos salir de aquí —dijo Aiko, su tono firme pero lleno de preocupación.Todos asintieron y comenzaron a retroceder hacia la salida. Pero cuando emergieron de la ruina, el mundo entero parecía haber cambiado.

El cielo, antes azul claro y despejado, ahora estaba cubierto por nubes y un cielo completamente rojo. El aire se sentía denso, casi eléctrico, y un silencio absoluto envolvía el paisaje. Ni siquiera los pájaros cantaban.

Fue entonces cuando ocurrió.

Aunque no podían verlo directamente, todos sintieron su presencia. Era como si una fuerza invisible hubiera descendido sobre el mundo, aplastándolos contra el suelo sin tocarlos físicamente. Una opresión inmensa llenó el aire, acompañada por un zumbido grave que resonaba en sus huesos. Era imposible ignorarla.

Y entonces llegó su voz.

No era un sonido físico, sino una comunicación directa en sus mentes. Una voz profunda, resonante y llena de autoridad que no dejaba lugar a dudas: esta criatura estaba hablando con toda la humanidad al mismo tiempo.

"Humanos, han sido advertidos. Los artefactos sellados han sido liberados, y el equilibrio está en juego. Tienen exactamente un año para prepararse. Cuando llegue el momento, serán puestos a prueba. Si fallan, su existencia será borrada completamente."

La voz hizo eco en cada rincón del planeta, interrumpiendo transmisiones de televisión, radios y teléfonos móviles. En pantallas gigantes en las calles de Tokio, en los televisores de las casas y hasta en los pequeños celulares de los estudiantes, la imagen de una criatura celestial apareció con claridad absoluta. Medía diez metros de altura, con piel albina resplandeciente, cuatro alas angelicales que irradiaban luz plateada y facciones perfectas que combinaban belleza celestial con una frialdad sobrecogedora.

Pero no solo era su apariencia lo que intimidaba. Su discurso continuó, cargado de un tono ominoso que helaba la sangre.

"El poder que han liberado es tanto una bendición como una maldición. Algunos lo usarán para proteger, otros para destruir. Cada decisión que tomen tendrá consecuencias. No hay refugio ni escapatoria. Este es su destino."

Un silencio ensordecedor siguió a sus palabras. La transmisión terminó tan abruptamente como había comenzado, dejando a millones de personas aturdidas y confundidas.

En algún lugar cercano, alguien gritó. Otro sollozaba. El caos comenzaba a extenderse.

Pero dentro del grupo de Hikaru, el silencio era ensordecedor. Nadie sabía qué decir. Todos miraban alternativamente al cielo y al extraño tatuaje en el brazo de Hikaru, que seguía brillando débilmente.

—Eso fue… —comenzó Rina, pero no pudo terminar la frase.

—Real —susurró Yumi, con los ojos muy abiertos y el cuaderno olvidado en el suelo.

Daiki rompió el hechizo con una risa nerviosa.

—¿Qué carajos fue eso?...

Hikaru no respondió. Su mente estaba llena de preguntas. ¿Por qué él tenía ese tatuaje? ¿Qué significaba? ¿Y por qué la criatura había elegido precisamente este momento para aparecer? ¿Casualidad? o ¿Toco algo que no debió?

Aiko lo miró con preocupación.

—Hikaru… ¿estás bien?

Él asintió, aunque no estaba seguro de estarlo realmente. Por primera vez en su vida, sintió que el peso del mundo descansaba sobre sus hombros.

Mientras tanto, en las noticias locales y globales, expertos intentaban explicar lo inexplicable. Los gobiernos emitían declaraciones confusas, prometiendo investigar el fenómeno y garantizar la seguridad pública. Pero nadie tenía respuestas claras.

El reloj había comenzado a correr.

Y Hikaru sabía, en el fondo, que ya no había vuelta atrás.

Aiko lo miró con preocupación mientras los demás seguían murmurando entre ellos, tratando de procesar lo que acababa de suceder.

—Hikaru… ¿estás bien? —preguntó Aiko, su voz suave pero cargada de inquietud.

Él asintió lentamente, aunque su mente era un torbellino de pensamientos. No estaba seguro de si estaba bien o no. Lo único que sabía era que ese tatuaje brillante en su brazo parecía latir con vida propia, como si estuviera conectado a algo mucho más grande que él. Era como si hubiera cruzado una línea invisible y ya no pudiera volver atrás."¿Por qué yo?" se preguntó mentalmente, aunque no dijo nada en voz alta. Sabía que no había respuestas fáciles, pero no podía evitar sentir que todo esto —la caja, el tatuaje, la criatura celestial— tenía algo que ver con él. Tal vez era una coincidencia, tal vez no. Pero una cosa era segura: su vida normal, llena de exámenes aburridos y confesiones no dichas, había terminado para siempre.Mientras tanto, en las noticias locales y globales, expertos intentaban explicar lo inexplicable. Los gobiernos emitían declaraciones confusas, prometiendo investigar el fenómeno y garantizar la seguridad pública. Sin embargo, nadie tenía respuestas claras. Las pantallas mostraban imágenes borrosas de la criatura, acompañadas de teorías conspirativas y rumores que solo aumentaban el caos.Pero para Hikaru, todo eso quedaba en segundo plano. Su atención estaba completamente centrada en el tatuaje que ahora serpenteaba por su brazo. Sentía un hormigueo constante, como si algo dentro de él estuviera despertando.

Daiki, notando su expresión tensa, le dio un golpecito en el hombro.

—Oigan, creo que deberíamos irnos de aquí antes de que aparezca otra cosa rara —dijo, mirando nerviosamente hacia el cielo oscurecido.

—Sí, buena idea —respondió Rina, todavía temblando ligeramente.

Sin embargo, Hikaru no se movió de inmediato. Sus ojos seguían fijos en el tatuaje, observando cómo las líneas azules parecían moverse de manera casi imperceptible, como si estuvieran vivas.

Y entonces, justo cuando pensó que no podía empeorar, una sola palabra resonó en su mente, clara como el cristal: "Destino."

El corazón de Hikaru dio un vuelco. Miró a los demás, pero parecía que nadie más había escuchado nada.

—¿Qué pasa? —preguntó Aiko, notando su expresión aún más tensa.

Hikaru abrió la boca para responder, pero no encontró las palabras. Sabía, sin lugar a dudas, que algo dentro de él había cambiado para siempre.

El reloj había comenzado a correr.

Y mientras el grupo se alejaba de las ruinas, Hikaru no pudo evitar echar un último vistazo al lugar donde todo había comenzado. Por primera vez en su vida, sintió que estaba atrapado en algo mucho más grande que él mismo. Algo que no podía controlar.

Pero también sintió algo más: una pequeña chispa de determinación. Fuera lo que fuera que le esperaba, no iba a rendirse sin luchar.