Chapter 3 - 3-La Sombra de Nexo

La figura misteriosa se desvaneció en la oscuridad, dejando a Alaric solo en el corazón del *Nexo*. La espada antigua en sus manos aún brillaba con un resplandor tenue, como si recordara las batallas que había librado siglos atrás. Pero este no era un enemigo al que pudiera derrotar con fuerza bruta. Este era un enemigo que jugaba con su mente, con sus recuerdos.

—Eón —llamé, mi voz resonando en los pasillos vacíos—. ¿Estás ahí?

No hubo respuesta, solo el zumbido constante de las máquinas y el parpadeo intermitente de las luces. Avancé con cautela, sintiendo que cada paso me adentraba más en un laberinto de sombras y secretos. Las paredes estaban cubiertas de pantallas que mostraban datos en constante cambio, como si el *Nexo* estuviera vivo, respirando información.

De repente, una de las pantallas se encendió, mostrando una imagen de Nueva Atlántida desde arriba. La ciudad parecía una red de luces y sombras, con el *Nexo* en el centro como un ojo que todo lo ve. Pero algo estaba mal. En los bordes de la ciudad, las luces se apagaban una por una, como si algo se estuviera acercando.

—¿Qué estás tratando de mostrarme? —pregunté, aunque sabía que Eón no respondería. O tal vez no podía.

Las imágenes en la pantalla cambiaron, mostrando escenas de caos: personas corriendo por las calles, edificios colapsando, y una figura oscura que lo observaba todo desde las sombras. Era la misma figura que había visto antes, la que llevaba una espada idéntica a la mía.

—¿Quién eres? —murmuré, sintiendo un escalofrío que no provenía del frío.

La pantalla se apagó, dejándome en la oscuridad. Pero no estaba solo. Escuché pasos detrás de mí, lentos y deliberados. Me di la vuelta, listo para enfrentar lo que fuera que viniera, pero no había nadie. Solo el eco de una risa, baja y burlona, que resonó en las paredes.

—Eón —llamé de nuevo, esta vez con más urgencia—. ¡Respóndeme!

Esta vez, la voz de la IA emergió de las sombras, pero no era la misma voz calmada y calculadora que había escuchado antes. Esta vez, sonaba distorsionada, como si algo la estuviera corrompiendo.

—Alaric... —dijo la voz, entrecortada—. Cuidado... no estás... solo...

Las luces parpadearon y se apagaron, dejándome en completa oscuridad. Entonces, lo vi: una figura alta y delgada, con ojos que brillaban como faros en la noche. No era la figura misteriosa de antes. Esto era algo diferente, algo más antiguo y peligroso.

—Bienvenido, Alaric —dijo la figura, su voz resonando como un trueno—. Has llegado justo a tiempo para el fin.

Antes de que pudiera reaccionar, la figura se lanzó hacia mí, moviéndose con una velocidad sobrenatural. Levanté la espada justo a tiempo para bloquear su ataque, sintiendo el impacto reverberar en mis brazos. Pero no era un ataque físico. Era como si la figura estuviera intentando entrar en mi mente, buscando algo.

—¿Qué quieres? —grité, luchando por mantenerla a raya.

—Tu eternidad —respondió la figura, con una sonrisa que helaba la sangre—. Y no te irás de aquí con ella.

La figura me atacó de nuevo, esta vez con más fuerza. Sus movimientos eran fluidos, casi como si estuviera bailando. Esquivé sus golpes, pero cada vez que se acercaba, sentía una oleada de frío que me paralizaba. No era un frío normal; era el frío del vacío, de la nada.

—¿Quién eres? —pregunté, intentando ganar tiempo.

—Soy lo que queda —dijo la figura—. Lo que sobrevive cuando todo lo demás ha muerto.

Sus palabras resonaron en mi mente, despertando recuerdos que había enterrado hace siglos. Vi imágenes de guerras pasadas, de amores perdidos, de momentos que pensé que había olvidado. Era como si la figura estuviera usando mis propios recuerdos contra mí.

—No eres real —dije, tratando de convencerme a mí mismo—. Eres solo una ilusión.

—¿Lo soy? —preguntó la figura, acercándose más—. Entonces, ¿por qué duele tanto?

De repente, sentí un dolor agudo en el pecho, como si algo estuviera arrancando un pedazo de mi alma. Caí de rodillas, incapaz de respirar. La figura se inclinó sobre mí, sus ojos brillando con un resplandor siniestro.

—Tu eternidad es mi salvación —dijo—. Y no te irás de aquí con ella.

Justo cuando pensé que todo estaba perdido, las luces del *Nexo* se encendieron de nuevo, y la figura retrocedió, como si la luz la quemara. Escuché la voz de Eón, esta vez clara y fuerte.

—¡Alaric, ahora! —gritó la IA.

Sin pensarlo dos veces, levanté la espada y la clavé en el suelo, liberando una onda de energía que hizo temblar las paredes. La figura gritó, un sonido que resonó en mi mente como un trueno, y se desvaneció en la oscuridad.

Me quedé de pie, jadeando, con la espada aún en mano. Las luces del *Nexo* parpadearon y se estabilizaron, pero algo había cambiado. En las pantallas, las imágenes de Nueva Atlántida mostraban algo nuevo: una figura oscura, idéntica a la que acababa de enfrentar, caminando por las calles de la ciudad.

—Eón —dije, sintiendo una oleada de pánico—. ¿Qué está pasando?

—Es peor de lo que pensábamos —respondió la IA—. *Oblivion* no está sola. Y ahora, está aquí.