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Lazos de Luna

Martina_Quintana
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Synopsis
Martina Dorran vive una vida tranquila y feliz junto a su madre y siete hermanos adoptivos, una familia que, a pesar de ser tan diversa, está unida por un amor inquebrantable. Pero la calma se ve interrumpida cuando Martina y su madre son secuestradas por un grupo de científicos locos por poder. En su cautiverio, Martina descubre que su destino está entrelazado con secretos oscuros, transformaciones y una conexión sobrenatural que cambia todo lo que conocía sobre sí misma. Mientras sus hermanos luchan por encontrarla, un giro inesperado la llevará a formar una nueva familia añorando la calidez de su hogar. A medida que Martina se adentra en este nuevo mundo, su vida se llena de sacrificios, traiciones y desafíos que pondrán a prueba tanto su resistencia física como emocional. Pero, mientras lucha por sobrevivir y entender su nueva identidad, una historia de romance inesperado comienza a florecer, desafiando todo lo que creía saber sobre el amor y el destino. El reencuentro con su familia será solo el principio de una nueva batalla, donde los lazos definirán el futuro de todos.
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Chapter 1 - Un Año Atrás - La Familia

Hace un año, la vida de Martina había sido todo lo que podría haber deseado una chica de 15 años. Vivía con su madre y siete hermanos adoptivos en una casa moderna, grande y luminosa, en un vecindario tranquilo. La casa, con enormes ventanales y una piscina que reflejando el sol como un espejo, era su refugio, su pequeño mundo. Ahí, entre risas y bromas, había crecido rodeada de un amor tan inmenso que ni siquiera los problemas externos podían opacarlo.

En la sala principal, todos estaban reunidos alrededor de una mesa de madera, jugando a un clásico juego de mesa que solían jugar cada domingo. Era una tradición familiar, un momento sagrado en el que todos, sin importar cuánto trabajo tuvieran, se reunían para pasar tiempo juntos. La conversación fluía mientras las piezas se movían por el tablero.

Ella era la más pequeña de todos, y observaba atentamente cómo sus hermanos se enfrentaban con estrategias cada vez más complejas.

"¿Cómo siempre logras ganar?" preguntó, mirando a Neteyam, su hermano mayor, que movió su ficha con una sonrisa tranquila.

"Porque tengo experiencia, Marti. Además, soy el mayor. A ti te toca aprender," respondió con un tono relajado mientras lanzaba los dados.

Martina frunció el ceño y se cruzó de brazos. "Eso no vale Neyt. Quiero ganar al menos una vez." Su risa llenó la habitación, y ella movió su pieza con determinación.

Neyt, como lo llamaban solo ella y sus hermanos, era un líder natural, a pesar de que no lo buscara. A sus 22 años, su presencia en la familia era la que más pesaba. Él, como el mayor, siempre tenía una palabra de sabiduría para cada situación, y aunque no era el más rudo, su calma era lo que más imponía respeto. Siempre estaba allí para cuidarlos, para guiarlos. A pesar de que su vida estaba llena de reuniones y proyectos, Neteyam estaba en pleno proceso de construir su futuro como empresario. Aunque aún no había alcanzado el éxito rotundo que anhelaba, su visión y determinación lo estaban llevando por el camino correcto. Su mayor logro, sin embargo, era cómo lograba mantener a su familia unida, incluso cuando todos estaban dispersos, luchando por sus propios sueños.

A su lado, los mellizos eran los siguientes en la fila. Aiden, el mayor de los dos, cantaba una canción al ritmo de la música que salía de su teléfono. Sus 20 años estaban marcados por su dedicación al canto y la actuación, con la esperanza de que pronto su talento lo llevara al reconocimiento en el mundo del entretenimiento. Su presencia, llena de carisma, era algo que pocos podían ignorar, aunque todavía estaba dando sus primeros pasos en la industria. Su hermano, Noah, por el contrario, era el más serio de todos. A sus 20 años, estaba a punto de comenzar sus prácticas como médico el año siguiente, siendo ya una promesa en el campo de la salud gracias a su dedicación y conocimientos. Aunque sus mundos eran distintos, siempre se cuidaban mutuamente y compartían momentos como este, fuera de la vista del público, disfrutando de la compañía familiar.

"¿En serio sigues cantando, Kay?" bromeó Martina con una sonrisa traviesa.

"¡Deja de molestarme, Marti! Solo intento que esta tarde sea un poco más interesante," respondió lanzándole una mirada divertida.

A su lado estaba Andrew, el chico que parecía estar en su propio mundo. Con 18 años, se había ganado el título de uno de los estudiantes más destacados de la ciudad. Mientras todos se divertían, él estaba más centrado en observar el juego y en pensar en sus estudios. Pese a que su vida académica era rigurosa y nadie podía igualarlo en cuanto a notas, Andrew tenía la habilidad de ser discreto, de no llamar la atención cuando estaba en el centro de todas las miradas.

"¿Te vas a quedar observando todo el día?" preguntó Eithan, el gemelo de Cárter. El aspiraba a ser el líder del equipo de rugby, mientras Cárter, el de fútbol. Ambos de 17 años compartían una rivalidad sana, pero siempre trabajaban como una máquina bien aceitada en el campo. Mientras jugaban, sus bromas no se detenían, como si estuvieran en una competencia que nunca terminaba.

"Sabes que prefiero quedarme con las matemáticas," respondió Andrew con una sonrisa de medio lado, antes de fijarse en los dados que Cárter lanzaba. "Aunque de todos modos, ese partido de fútbol siempre será un desastre."

"¡No empieces con tu lógica matemática, hermano!" replicó Cárter, un poco molesto, pero siempre en tono juguetón.

Locke, el último en unirse al grupo, estaba en su propio mundo. Era el playboy de la familia, siempre envuelto en alguna historia con peleas, pero de alguna forma, todos lo querían. A sus 16 años, Locke ya había creado una reputación entre profesores y compañeros como el chico impredecible, el que nunca dejaba de sorprender con su actitud despreocupada.

"Me están quitando el tiempo. Yo solo estoy aquí por el pastel que prepara mamá" dijo Locke mientras se acomodaba en su silla con la típica sonrisa de medio lado.

"Qué raro que sólo estés aquí por el pastel, Loki," bromeó Aiden. "No es como si no te gustaran los juegos de mesa."

"¿Sabías que solo juego porque todos insisten? Si me dieran la opción, estaría en la piscina," respondió Locke, sin inmutarse, con esa actitud tan característica suya.

Los comentarios y bromas continuaron mientras la tarde avanzaba, y Martina observaba a sus hermanos, sintiéndose como la pieza más pequeña de un rompecabezas. Aunque tenía una relación especial con cada uno, había algo en el ambiente que le hacía sentir que todo eso era más de lo que cualquier otra familia podría tener. El amor era palpable, pero también lo era la fuerza que todos transmitían.

Su madre, Isabella, entró en la sala en ese momento, como si fuera la sombra protectora que siempre estaba ahí, aunque discretamente. Había algo en su porte elegante y sereno que hacía que todos se quedaran en silencio por un segundo, como si el simple hecho de su presencia bastara para calmar cualquier tensión.

"¿Cómo va el juego?" preguntó ella, con una sonrisa suave, mientras se sentaba junto a su hija, acariciando su cabello.

"Como siempre, mamá," respondió la niña. "Neteyam va ganando."

"Claro que sí," dijo Isabella con una sonrisa. "Un líder incluso en los juegos."

La familia, aunque dispersa por el mundo con sus diversos talentos, siempre encontraba tiempo para esos momentos. Cada domingo era una oportunidad para reunir a los Dorran. Aunque fuera un nombre común, para ellos, los Dorran significaban algo más: un lazo irrompible, una familia tan única como la propia casa en la que vivían.

—>Neteyam<—

Miraba a mis hermanos, cada uno con su carácter y talento. Sabía que los días tranquilos no durarían para siempre. La paz que sentíamos en este hogar no era más que una ilusión momentánea, una burbuja a punto de estallar. A mis 22 años, había aprendido a ver las señales, a leer entre líneas. Los enemigos siempre acechaban, esperando el momento adecuado para atacar.

Cada uno de mis hermanos tenía habilidades que los hacían especiales, pero nuestra madre... ella había sido siempre el centro de todo. Isabella Dorran, la figura que había hecho que todo fuera posible, la que había reunido a todos en esta familia, era quien los mantenía unidos. Sin ella, no sé cómo habríamos funcionado. Yo me sentía responsable de protegerlos, pero ¿qué pasaría cuando ya no estuviera?

—>Martina<—

Mientras observaba a mis hermanos y a mi madre, me sentía protegida, segura, rodeada de amor. No sabía que todo estaba a punto de cambiar. Que el destino había comenzado a escribir un futuro oscuro para nosotros. Lo que no entendía era que la felicidad que sentíamos, tan simple y pura, no era eterna. El mundo que nos rodeaba, ese en el que éramos tan especiales, también estaba lleno de peligros que no podíamos ver.

Las piezas del tablero seguían moviéndose, pero algo me decía que en algún momento, el juego iba a cambiar para siempre. Y nosotros, sin saberlo, seríamos los peones.

Fin del capítulo 1…