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Chapter 4 - •Orientación (Lucían)

El campus de la Universidad vibraba con una energía caótica. El primer día de orientación era un hervidero de emociones; risas nerviosas, voces que se entrecruzaban, maletas que rodaban por los pasillos y el eco incesante de pasos apresurados sobre el pavimento. Pero para Lucian, todo aquello era un ruido distante, insignificante. Caminaba entre la multitud con una calma peligrosa, como un depredador que acecha entre presas ajenas a su presencia. Su porte

regio y sus ojos dorados, intensos, lo hacían destacar, pero él no buscaba atención. No la necesitaba. 

A su lado, Jaxon, su Beta, mantenía el paso, atento a cualquier señal. Había sido convocado por el Decano para que diera el discurso de inicio de año. Su reputación lo precedía. El, era el puente entre el mundo humano y el mundo de los Licans. El consejo le había dado esa potestad, el mismo consejo que seguía exigiendo escogiera una compañera. Y entonces lo sintió.

Un aroma. Un susurro dulce a vainilla salvaje que atravesó el aire y lo golpeó como un rayo directo al pecho. Lucian se detuvo en seco, sus ojos se entrecerraron y su cuerpo entero se tensó como si una fuerza invisible lo

hubiera inmovilizado. Ese aroma... 

Era imposible confundirlo. 

Diecinueve años. Diecinueve largos y miserables años desde la primera vez que lo había sentido. Lo había buscado desde entonces, con una mezcla de anhelo y furia, y

ahora estaba aquí, inesperado y brutal, como un puñal que se clavaba en lo más profundo de su ser. 

Dentro de él, Luca, su lobo, rugió con un fervor que casi lo hizo tambalear. 

—¡Compañera! —aulló Luca con una intensidad desgarradora que resonó en cada fibra de su alma. 

Lucian cerró los ojos un instante, luchando por contener el torbellino de emociones que amenazaba con consumirlo. Pero era inútil. El aroma lo llamaba, lo reclamaba, y él no podía resistirse. Sus pies comenzaron a moverse, guiados por un instinto más antiguo que el tiempo mismo. 

—No puede ser... —murmuró para sí mismo, mientras apartaba a la multitud con pasos

firmes y decididos. 

Cada paso lo acercaba más al origen de ese aroma embriagador, y con cada paso, su mente se llenaba de preguntas que no quería responder. ¿Por qué ahora? ¿Por qué aquí? ¿Por qué ella? Pero por encima de todo, una certeza ardía en su interior: debía verla. Debía confirmarlo. 

Y entonces la vio. 

Estaba sentada bajo la sombra de un árbol, rodeada de otros estudiantes que reían

despreocupados. Su cabello rubio caía en cascada sobre sus hombros, brillando bajo la luz del sol como si fuera oro líquido. Su piel bronceada resplandecía con una calidez que parecía invitar al tacto. Y su risa... esa risa ligera y despreocupada lo enfureció más allá de lo razonable. 

Una humana. 

Una simple humana. 

Lucian sintió cómo la rabia hervía en su interior, mezclándose con algo mucho más

oscuro: una necesidad primitiva e incontrolable de reclamarla como suya. 

—No puede ser ella —gruñó entre dientes, tratando de convencerse a sí mismo mientras sus ojos permanecían clavados en ella como un depredador acechando a su presa. 

—Es nuestra compañera —insistió Luca con un gruñido bajo y posesivo que resonó en

su mente como un trueno. 

—¡Cállate!—le espetó Lucian mentalmente, luchando por mantener el control. 

¿Cómo podía la diosa Luna ser tan cruel? ¿Cómo podía haberle asignado como compañera a una criatura tan frágil, tan insignificante? Él era un Alfa, un líder destinado a gobernar y proteger a los suyos. Necesitaba una compañera fuerte, alguien digno de estar a su lado, no... esto. 

Pero a pesar de sus pensamientos llenos de desprecio, no podía apartar la mirada de ella. Cada detalle de su rostro parecía grabarse en su memoria contra su voluntad: la curva suave de sus labios, el brillo inocente en sus ojos... ojos que en ese momento se alzaron y lo encontraron a él. 

Fue como si el mundo entero se detuviera. 

Sus miradas se cruzaron, y Lucian sintió que todo el aire abandonaba sus pulmones. Sus ojos eran azules como el océano más profundo, y durante un instante eterno, él sintió que se estaba ahogando en ellos. Había algo en esa mirada que lo desarmó por completo: curiosidad... inocencia... y algo más que no podía identificar pero que lo atravesó como una daga al rojo vivo. 

Su corazón latió con violencia descontrolada, traicionándolo con cada golpe ensordecedor contra su pecho. Quería odiarla por el poder que tenía sobre él sin siquiera saberlo. Quería rechazarla por ser todo lo contrario a lo que

había imaginado para sí mismo. Pero más que nada... quería poseerla. Quería reclamarla como suya y borrar cualquier rastro de duda sobre quién le pertenecía. 

—Es hermosa —susurró Luca con reverencia dentro de su mente. 

—¡Es débil! —rugió Lucian en respuesta, girando bruscamente sobre sus talones para

alejarse de ella antes de perder el control por completo. 

Jaxon lo siguió rápidamente, notando la tensión en cada músculo del cuerpo de su

Alfa. 

—¿Todo bien? —preguntó con cautela, aunque sabía perfectamente que algo estaba

terriblemente mal. 

Lucian no respondió. Sus pasos eran firmes y decididos mientras se dirigía al auditorio donde debía dar su discurso. Pero por dentro era un caos, una tormenta de emociones contradictorias que amenazaban con destruirlo desde dentro. 

—No será mi compañera —se prometió a sí mismo con una determinación feroz.

Lucian se giró y camino con paso decidido al auditorio entre el barullo de estudiantes; el no comprendía, la chica humana no parecía tener más de 18 años, apenas era una cachorra. Era demasiado joven, el esperaba una loba fuerte de mínimo 40 años.

Pero la Diosa Luna le estaba jugando una pasada, no podía ser cierto que era simple

humana fuera su compañera.