Ye Wuchen estaba allí, luciendo afilado como una espada. Observó a las cinco personas frente a él. —Váyanse o mueran. En los últimos días, Qian Yang había dejado muy clara su actitud. Estaban esperando que el grupo de Ye Futian saliera del palacio para poder robar los tesoros que habían adquirido del relicto. Incluso lo habían admitido abiertamente. Qian Yang no tenía nada que ocultar. En el tiempo que Ye Futian se fue al mundo exterior, Qian Yang los vigiló de cerca. Ellos eran su presa.
Si es así, entonces no había necesidad de discusión. Si Qian Yang y su gente se iban, entonces sería un final feliz para ambas partes. Si no lo hacían, entonces eran el enemigo y una de las partes tenía que morir.
Como siempre, Ye Wuchen no era muy hablador. Con unas pocas palabras simples, ya había dejado claro su punto.