Halcón, Roland y Betta se marcharon.
La multitud de mendigos y plebeyos se disipó, dejando solo a los nobles gesticulando a la distancia. Estas figuras de alta clase, bien vestidas, soltaban estruendosas oleadas de risa de vez en cuando.
Parecía que la muerte del joven noble les había proporcionado gran placer.
Roland miró por un momento al pequeño grupo de nobles, suspiró un poco y luego caminó hacia el frente de los dos jóvenes nobles.
Observando a los dos adolescentes llorar amargamente mientras sostenían el cuerpo de su hermano mayor en sus brazos, Roland esperó hasta que no tuvieran más fuerzas para llorar, ni más lágrimas para derramar, y dijo lentamente —¿De qué familia son ustedes? ¿Dónde están sus padres?
El joven noble había estado muerto durante mucho tiempo ya, e incluso sus dos hermanos menores habían venido corriendo hacia él. No había razón para que sus padres no se hubieran enterado de la noticia.