En un túnel oscuro, Husseret, con una túnica negra, se encontraba frente a otras pocas personas vestidas igual que él.
Podrían parecer similares, pero sus auras no eran completamente iguales.
Husseret era escalofriante, y las personas con él rayaban en lo horrendo.
Unos carros fueron empujados hacia ellos, cargados de cuerpos desnudos.
—Todos ellos son cuerpos de profesionales. Están intactos excepto por el daño en el corazón. Deberían ser material perfecto para que ustedes hagan caballeros de la muerte —dijo Husseret.
Un hombre se acercó y examinó los carros. Asintió satisfecho y regresó con sus compañeros.
—Como acordamos, una moneda de oro por cada cadáver.
El hombre al frente asintió, y otro hombre lanzó una gran bolsa a Husseret.
Husseret lanzó la bolsa de dinero ligeramente y escuchó el tintineo de las monedas. Luego comentó sorprendido:
—Creo que esto es demasiado.
