Roland no esperaba que su magia esta vez fuera tan poderosa que se exagerara hasta este punto.
Claramente habían estado a trescientos metros de la muralla de la ciudad, pero aun así, sus tímpanos fueron destrozados por el sonido de la explosión.
No había mucho dolor. Después de todo, era solo una décima parte del original, pero lo insoportable era la devastación mental.
Ahora todos estaban ciegos y sordos, incapaces de ver u oír, todos en un estado de desconcierto, por lo que muchas personas se revolcaban temerosas en el suelo, haciendo el ridículo.
Además de no poder ver ni oír, Roland también se sentía extremadamente débil, lo cual era una reacción natural del cuerpo cuando el poder mental casi toca fondo.
Lógicamente, este era el mejor momento para que atacaran la ciudad, pero todos estaban cegados y nadie podía moverse en absoluto.
