Amenazar de muerte a un jugador era lo más ridículo y atrevido que Roland había visto jamás.
Bajo el lavado de la luz de la luna, la sonrisa de Roland parecía algo misteriosa en la oscuridad. —Pequeño Edward vio esto y sintió en su corazón un inexplicable sentimiento de adoración.
A diferencia de su hermano menor, poco avispado, Pequeño Edward era bastante inteligente. Podía ver detalles que nadie más podía. Por ejemplo... su hermano mayor, que solía ser optimista, mostró inesperadamente una expresión sombría dos días antes de ir a secuestrar a jóvenes chicas.
Y había, sin razón alguna, cincuenta monedas de oro adicionales en el almacén de su casa.
Combinado con lo que había escuchado y visto en los últimos dos días, una cosa se le hizo clara.
Su propio hermano tomó la culpa por alguien más.
Tales cosas eran comunes en la clase noble y eran la regla por defecto.
