Los labios de Nicholas se retorcieron, pero no era una sonrisa. Era una mueca, un gruñido apenas disimulado. El plan de su padre no solo era manipulador, era repulsivo. Elías le estaba pidiendo cambiar la confianza y la amistad de Ava por su propia supervivencia.
Durante un largo momento, Nicholas no habló. Simplemente miró a Elías, la tensión irradiando de él casi palpable. El hombre frente a él era tan vil que se odiaba a sí mismo por ser su hijo. No conocía nada más que su propio beneficio. No le importaba nadie.
El interior de Nicholas se llenó de amargura al recordar el pasado. Este era el hombre que había abandonado a su madre sin un ápice de culpa, persiguiendo riqueza y poder al casarse con una mujer rica, a pesar de saber que llevaba su hijo.
Para él, su éxito era más importante que cualquier otra persona. Su ambición siempre había superado cualquier apariencia de humanidad. Y era lo mismo que antes. Elías no había cambiado, ni un ápice.
