Ethan redujo la velocidad de su coche hasta detenerse al lado de la desolada carretera, su mirada vagó por el entorno. La carretera se extendía adelante, vacía y silenciosa, sin señales de movimiento en ninguna dirección. Altos árboles se erguían a ambos lados, sus gruesas ramas entrelazadas formaban un denso dosel por encima. La luz del sol luchaba por atravesar, proyectando sombras fragmentadas en el suelo.
—¿Dónde está ella? —Su frente se frunció mientras echaba un vistazo al desgastado cartel cercano: Área de la Reserva Forestal. Este era el lugar que ella le había dado, ¿no es así? Aunque no había señales de ella ni de su coche. —¿Aún no ha llegado?
Justo cuando se lo preguntaba, su teléfono zumbó en el portavasos. El número familiar parpadeó en la pantalla, y él contestó de inmediato. —Estoy aquí —dijo con brusquedad—. ¿Dónde estás? No veo tu coche. ¿Vienes o no?