Lilianna finalmente fue trasladada a la sala, con el rostro pálido pero una sonrisa brillante y llena de calidez. Miró a Ava con un brillo juguetón en sus ojos. —¿Te asusté? —preguntó inocentemente.
Ava asintió. —Sí. Y lo siento. Yo estaba...
—Lili... ¿cómo te sientes ahora? —Dylan irrumpió en la habitación; sus pasos rápidos y urgentes. Ambas mujeres se volvieron hacia él, su conversación interrumpida bruscamente. Ignorando completamente a Ava, Dylan se dirigió directamente hacia su hermana, casi empujando a Ava en su prisa.
Ava tropezó ligeramente, con la boca abierta en incredulidad. Hace solo unos minutos había estado hablando con ella tan suavemente. Incluso había pensado que él había cambiado. Pero ahora, la trataba como si no existiera. El picor de su indiferencia le punzaba la piel, y Ava no pudo contener que su frustración burbujeara.
Agarrando las manos de Lilianna, Dylan preguntó, —¿Te sientes bien? ¿Estás cómoda? Si algo anda mal, llamaré al doctor inmediatamente.