Nicholas la llevó a un pequeño restaurante ubicado junto a la orilla de un extenso lago. El aire del campo era fresco y fresco, llevando el tenue y calmante aroma terroso.
Ava salió y quedó inmediatamente cautivada por el entorno. Cadenas de pequeñas luces brillantes adornaban las palmeras que bordeaban el límite. La cerca de madera que rodeaba el área también estaba envuelta en luces, parpadeando como estrellas esparcidas por la tierra.
Sus labios se curvaron en una suave sonrisa mientras sus ojos recorrían el pacífico paisaje. El sonido de la brisa y las suaves ondulaciones del lago cercano añadían a la tranquila atmósfera.
—Este lugar es hermoso —dijo en voz baja. Luego, mientras su mirada se fijaba en el lago a lo lejos, un destello de reconocimiento cruzó su rostro—. Este lugar me parece familiar. Frunció el ceño ligeramente.
Nicholas sintió que su corazón se saltaba un latido. Una mezcla de emoción y anticipación lo recorrió. —¿Qué recuerdas de este lugar?
