La puerta estalló abierta y un grupo de enfermeras entró corriendo. Levantaron cuidadosamente a Lilianna en una camilla, moviéndose con una urgencia practicada mientras Dylan las seguía de cerca.
Lo siguieron hasta la sala de emergencias pero lo detuvieron en las puertas mientras la llevaban adentro. Dylan se quedó allí, impotente; sus puños apretados a los costados. Hundido en una silla, Dylan dejó caer la cabeza entre sus manos, su cuerpo temblando de miedo y culpa.
Lilianna estaba embarazada después de cuatro años de matrimonio, y a Dylan le aterraba el hecho de que pudiera tener un aborto espontáneo. El pensamiento era insoportable. ¿Qué le diría a su esposo? ¿Cómo podría enfrentarlo?
—Es mi culpa —Dylan se culpaba a sí mismo—. No debería haberla llamado en primer lugar.