El corazón de Dylan se hundió cuando la vio alejarse, su rechazo como una bofetada fría. La desesperación lo superó y, en un movimiento rápido, cerró la distancia envolviendo firmemente sus brazos alrededor de su cintura. No estaba listo para dejarla ir. Temía que un enemigo oculto la lastimara y las pesadillas se hicieran realidad.
—Sé que te fallé —dijo desesperadamente—. Nunca debí confiar ciegamente en Gianna. Ahora lo veo. Solo...dame una oportunidad.
Ava luchó contra su agarre, retorciendo su cuerpo en un intento de liberarse. —Déjame ir, Dylan —demandó con firmeza.
Pero él se mantuvo firme, negándose a dejarla escapar tan fácilmente. —No, no lo haré. No hasta que me digas que me darás una oportunidad.
Ava suspiró derrotada. —¿Una oportunidad? ¿Crees que soy una tonta? ¿Por qué querría torturarme dándote una oportunidad? Mírame: soy la mujer a la que acusaste, la que pensaste que era capaz de cosas terribles. ¿Todavía quieres estar conmigo?