—La luz del sol inundaba la habitación, despertando a Ava de un golpe. No sabía cuándo se había dormido anoche. Sus ojos dolían de tanto llorar continuamente. Su cuerpo dolorido y su mano latía dolorosamente. Pero ignoró el dolor y saltó de la cama, corriendo hacia la puerta.
Para su sorpresa, la puerta se abrió sin esfuerzo, ya no estaba cerrada con llave. Salió disparada de la habitación, directa hacia la entrada principal. Finalmente, podía escapar.
Pero cuando llegó al pasillo, Martha apareció con su habitual sonrisa amable, bloqueando su camino. —Buenos días, Señora. Espero que haya dormido bien —dijo Martha.
Ava se detuvo, sorprendida momentáneamente por su aparición repentina. Se compuso rápidamente y dijo —Martha, necesito irme. No quiero quedarme encerrada en esta casa.