—¡Tonterías! —El Anciano Yu, quien siempre había mantenido bien su imagen, no pudo evitar explotar en ese momento. Justo cuando estaba a punto de levantar la mano para darle una lección a este viejo, una mano delicada apareció a su lado y bloqueó su movimiento.
La mirada de Gu Ruoyun era cruel y feroz. Era como si una espada afilada acabara de atravesar el cuerpo del General Gu.
Lentamente, abrió la boca y esta vez, su voz estaba imperceptiblemente llena de coerción.