—Viento Negro, ¡vamos! —Abel se giró y subió a Viento Negro—. Los magos solo se habían asentado aquí por un tiempo. Tenía que seguir adelante.
Viento Negro olió el aire otra vez. Después de confirmar la dirección, se apresuró hacia ella. Esta vez Viento Negro ni siquiera pasó por carreteras. Simplemente corrió a través de las granjas. Abel podía ver huellas de caballo en los campos, confirmando la dirección correcta.
De repente, la tarjeta de identidad en su cintura comenzó a vibrar; un mago quería contactarlo. Abel sacó su tarjeta de identidad de la cintura. Después de conectarse con ella, una voz desconocida se transmitió:
—¿Es este Abel?
—¿Quién es? —preguntó Abel confundido—. Nunca antes había escuchado esta voz. ¿Por qué lo estaba contactando?
—Soy el discípulo de Yveline, Carrol, ¿dónde estás ahora? —dijo la voz.
