100 libras no era nada para Abel. Para él, este colosal martillo era tan ligero como un juguete infantil. Mientras lo giraba alrededor de su brazo, comenzó a enfocar su poder de la Voluntad en el pedazo de mineral de hierro.
Después de que los locales se ausentaran durante muchos, muchos años, el sonido del metal chocando finalmente apareció una vez más en el Campamento de los Pícaros. A medida que el estruendo resonaba a través de la noche, el sonido del río cercano y los árboles se combinaban para producir una sinfonía. El Campamento de los Pícaros estaba vivo de nuevo, al parecer.
La temperatura ardiente del fuego subterráneo era demasiado alta. En sus repetidos intentos, Abel lentamente dominó la mejor manera de usar el fuego subterráneo, y con herramientas mejores, logró tratar la base metálica unas 125 veces. 125 era un número que superaba ampliamente su mejor registro, y eso es el resultado que obtuvo incluso cuando cometió algunos errores al principio.
