La sala de dibujo quedó en un silencio total, y el Mayordomo Sai quedó atónito ante esas palabras.
Esta chica, aún sin cumplir veinte años, poseía un aura extremadamente poderosa, opresiva.
Cuando era observado por sus ojos azules como el océano, el Mayordomo Sai sintió sus piernas flaquear y un sudor frío le recorrió la espalda.
Al final, admitió la derrota, bajó la cabeza y su tono se volvió mucho más respetuoso —Transmitiré su mensaje al Joven Jefe de Familia y la Señora. Espero que nos honre quedándose en el País Wanta por un par de días más.
Ye Wanlan respondió —Ciertamente.
El Mayordomo Sai se apresuró a marcharse, casi tropezando en su carrera por salir.
—Tsk, estos hombres, siempre intimidando a los débiles —Xiang Lefeng sacudió la cabeza—. Justo como decían mis antepasados, con algunas personas, la razón no prevalece, debes hablar con los puños.
Ye Wanlan levantó una ceja —¿Qué antepasado tuyo?