De repente, el Secretario Li sintió como si su cuerpo ya no le perteneciera.
La mano en su hombro no había usado ninguna fuerza, sin embargo, atrapó astutamente su articulación dejándolo inmóvil.
Desde el rabillo del ojo, vio el perfil de la chica. Sus cejas eran claras, su mirada tranquila, pero contenía un inmenso poder disuasorio.
¡Le provocaba el mismo pánico que sentiría al enfrentarse al emperador!
Entre todas las personas, solo el Secretario Li había sido testigo de cómo Ye Wanlan logró romperle los miembros a Qin Xian en treinta segundos.
Había pasado más de medio mes, y casi lo había olvidado, pero el dolor en su hombro ahora le recordaba.
—Señorita Ye —el Secretario Li aguantó el dolor—, ¿podría soltarme primero? Tengo un mensaje del maestro para usted, y es muy importante.
Mientras fuesen palabras de Zhou Hechen, Ye Wanlan siempre escucharía obediente y sin resistirse.