—¡Tan Lirong exclamó enojada!
Ella definitivamente no podía dejar que estos tontos cortos de vista arruinaran el futuro de Xinyan.
Al escuchar esto, Qin Feng se burló despectivamente.
—¿Acaso si viniera el decano se atrevería a decir una palabra en contra?
—Parece que quieres que te mande de vuelta —una sonrisa educada colgaba del rostro de Qin Feng, pero sus palabras casi hicieron que Tan Lirong cayera al suelo de rabia.
—Tú... tú... voy a denunciarte.
—Adelante, estaré esperando justo aquí.
La sonrisa en el rostro de Qin Feng seguía siendo impecable, pero su aire arrogante casi hacía que uno vomitara sangre de ira.
Viendo esto,
Wen Peipei se sintió algo vacilante en su corazón y no se atrevió a tomar ninguna decisión apresurada.
En cuanto al asunto de la denuncia, al hombre frente a ella parecía no importarle en absoluto.