—Sí, ustedes ya se lo han comido todo —dijo ella.
—Su mera existencia me ofende, así que ya que es tan bella y amable, siempre considerándome, ¡mejor dile que se muera! —Su Ran resopló suavemente y dijo con pereza.
—Tú... Eres una plaga... una inútil, ¿cómo es que la Familia Su pudo producir a alguien tan malvada y maliciosa como tú? —Su Hongde estaba furioso, con los ojos inyectados de sangre por la ira.
—Sí, es una lástima que no me hayas estrangulado al nacer, ¿no puedes decir algo original? —Su Ran tiró de sus labios sin palabras. Siempre eran las mismas viejas frases, y estaba cansada de escucharlas.
—Hoy debes venir a casa conmigo, o de lo contrario, te haré arrepentirte —Su Ran alzó una ceja, una traza de interés en sus ojos—. ¿De verdad? Estaré esperando. Cada vez la amenaza era hacerla arrepentirse, pero al final, todos sabían quién realmente lo lamentaría.
