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Chapter 3 - Capitulo 3 | Proyecto escolar

El lunes por la mañana, Judy me abordó en la entrada del colegio con una sonrisa radiante.

- ¿Qué te parece si vienes a mi casa esta tarde? Así estudiamos juntas para el examen de historia, - dijo casualmente, como si no estuviera salvándome del estrés de sobrevivir a otro día llena de rumores y miradas.

La verdad, desde que conocí a Judy, las cosas se sentían un poco más fáciles. No podía decir que me había adaptado por completo a mi nuevo colegio, pero su amistad me hacía sentir menos fuera de lugar.

- Claro, me parece bien, - respondí, agradecida por la invitación.

- Perfecto, paso por ti después de clases, - agregó, antes de desaparecer entre el tumulto de estudiantes.

En Casa de Judy

Esa tarde, cuando llegué a casa de Judy, me sorprendió lo acogedora que era. Había un aire cálido y familiar en la decoración, desde las fotos enmarcadas hasta el suave aroma a café recién hecho que llenaba el lugar.

Sin embargo, mi paz no duró mucho. Apenas crucé la puerta, una voz inconfundible rompió la tranquilidad.

- ¿Qué hace ella aquí? -

Era Caleb, sentado en el sofá con un control de videojuegos en la mano. Me miraba con esa mezcla de burla y superioridad que ya empezaba a ser demasiado familiar.

- Es mi invitada, Caleb. ¿Tienes algún problema con eso? - Judy respondió con firmeza, aunque yo podía notar cierta diversión en su mirada.

- Claro que no, - dijo Caleb, levantándose del sofá con una sonrisa burlona. - Solo me parece curioso que invites a la reina de las bromas a nuestra casa. -

Rodé los ojos y seguí a Judy hacia su habitación, ignorando deliberadamente los comentarios de Caleb. Sin embargo, no pude evitar sentir su mirada mientras subíamos las escaleras.

Mientras estudiábamos, Judy empezó a hablar más de su relación con Caleb, algo que despertó mi curiosidad.

- Él no siempre fue así, ¿sabes? - dijo mientras garabateaba algo en su cuaderno.

- ¿Así cómo? - pregunté, aunque ya intuía la respuesta.

- Rebelde, engreído... chico malo. Antes era diferente, pero todo cambió cuando nuestros padres empezaron a presionarlo tanto. -

"¿Presionarlo para qué?"

"Para ser perfecto en todo. Caleb odia que lo controlen, así que decidió rebelarse. Su forma de llamar la atención fue convertirse en lo que todos esperan de él: el chico malo del colegio."

Esa confesión me dejó pensando. Detrás de toda esa arrogancia y esas bromas pesadas, parecía haber un lado de Caleb que nadie realmente conocía.

Al día siguiente, el colegio estaba alborotado. Apenas entré, noté cómo algunas miradas se dirigían hacia mí, acompañadas de susurros que no eran nada sutiles.

- ¿Te enteraste? Dicen que Sofía y Caleb estuvieron juntos en su casa ayer, - escuché a una chica decir en voz baja, aunque claramente quería que lo escuchara.

- ¿Qué? ¿Ella con él? No me lo creo, - respondió otra.

Cuando llegué al aula, Caleb estaba esperándome con una sonrisa de suficiencia.

- ¿Qué tal tu cita en mi casa? - preguntó, inclinándose hacia mi escritorio.

- ¿Cita? ¿Estás loco? - respondí, frustrada.

- Bueno, eso dicen por ahí. Y ya sabes cómo es este colegio; si lo dicen, debe ser verdad. -

Antes de que pudiera responder, Judy entró al aula y me lanzó una mirada de disculpa, pero el daño ya estaba hecho. Caleb disfrutaba demasiado de mi incomodidad.

Para rematar el día, el profesor de ciencias anunció un proyecto grupal obligatorio. Cuando vi mi nombre en la lista de equipos, casi grité.

- ¡No puede ser! -, murmuré al leer que Caleb estaba en mi grupo.

- Esto va a ser divertido, - dijo Caleb con una sonrisa que no auguraba nada bueno.

- Caleb, ni lo intentes, - respondí con un suspiro.

- ¿Intentar qué? Soy un compañero de equipo ejemplar, - dijo, poniendo cara de ángel mientras yo negaba con la cabeza.

- Claro, ejemplar, - respondí con sarcasmo, mientras guardaba mis cosas.

- No seas así, Sofía, - dijo Caleb, siguiéndome mientras caminábamos hacia la salida del salón. - Creo que este proyecto podría ser... interesante. -

- Lo único interesante aquí será si logras hacer tu parte sin sabotearlo, - contesté, acelerando el paso.

- No prometo nada, - replicó con una sonrisa traviesa antes de girar en dirección opuesta.

Suspiré profundamente. Este proyecto iba a ser una verdadera prueba de paciencia.

Iniciamos el proyecto y nos reunimos por primera vez después de clases para planear el proyecto. Judy insistió en acompañarme "para asegurarse de que Caleb no hiciera de las suyas", aunque yo sospechaba que también quería pasar más tiempo con nosotros.

Nos encontramos en la biblioteca, donde Caleb ya estaba esperándome, recostado sobre una mesa con un libro abierto que claramente no estaba leyendo.

- Vaya, llegaste, - dijo al verme, cerrando el libro con un golpe exagerado. - Pensé que me dejarías plantado. -

- No te hagas ilusiones, - respondí, dejando mis cosas sobre la mesa. Judy llegó justo detrás de mí, saludándolo con una sonrisa burlona.

- Bueno, ya que estás aquí, Caleb, ¿podemos empezar de una vez? - preguntó Judy, claramente en modo mediadora.

- Claro, pero bajo una condición, - dijo Caleb, inclinándose hacia mí.

- ¿Condición? - repetí, levantando una ceja.

- Que no te pongas tan seria. Esto se supone que debe ser divertido. -

- Es un proyecto escolar, no una fiesta, - le recordé, aunque no pude evitar sentirme ligeramente intrigada por su actitud despreocupada. - Mientras intentábamos avanzar en el proyecto, Caleb no paraba de interrumpir.

- ¿Qué tal si añadimos un capítulo sobre cómo los científicos se aburren hasta la muerte escribiendo estas cosas? - bromeó, ganándose una mirada de reproche de Judy.

- Caleb, por favor, concéntrate, - le pidió ella, mientras yo trataba de ignorarlo.

- Estoy concentrado, solo intento aportar un poco de creatividad al grupo, - respondió con una sonrisa.

A pesar de mi irritación, no podía negar que Caleb tenía algo que hacía que fuera difícil ignorarlo. Su humor ligero contrastaba con mi enfoque serio, y aunque me desesperaba, también comenzaba a notar que esa era su forma de romper la tensión.

Cuando finalmente logramos repartir las tareas, Caleb me sorprendió con un comentario inesperado.

- Sabes, Sofía, no eres tan aburrida como pensé al principio. -

- ¿Eso se supone que es un cumplido? - pregunté, mirándolo con desconfianza.

- Depende de cómo lo tomes, - respondió con esa sonrisa arrogante que ya empezaba a reconocer.

- No me hagas caso, está loco, - intervino Judy, riendo mientras recogía sus cosas.

- Eso no lo niego, - dijo Caleb, encogiéndose de hombros.

Cuando nos despedimos, no pude evitar sentir que, de alguna manera, Caleb estaba empezando a colarse en mi vida más de lo que me gustaría admitir.

Esa noche, mientras intentaba concentrarme en el proyecto, no podía evitar sentir que mi vida había dado un giro inesperado desde que llegué a este colegio.

Al día siguiente, el colegio estaba más alborotado de lo normal. En cuanto entré al aula, noté que algo diferente estaba pasando. Todos murmuraban y miraban hacia la puerta.

- ¿Qué ocurre ahora? - pregunté en voz baja a Judy, que estaba acomodando sus cosas.

- No me lo vas a creer, pero llegaron dos estudiantes nuevos, - respondió con entusiasmo.

- ¿Estudiantes nuevos? ¿A mitad de semestre? -

- Sí, y parecen sacados de una película, - añadió con una sonrisa cómplice.

Justo en ese momento, el profesor entró al aula, seguido de los recién llegados.

- Clase, hoy tenemos el gusto de dar la bienvenida a dos nuevos estudiantes que se unirán a nuestro grupo, - anunció el profesor. - Ellos son Alba y Ethan. Alba viene de España, y Ethan, de Nueva York. Por favor, dense la bienvenida como es debido. -

Alba era una chica de cabello castaño claro, largo y perfectamente ondulado. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de curiosidad y confianza. Su ropa, aunque sencilla, tenía un toque de estilo europeo que la hacía destacar inmediatamente.

Ethan, por otro lado, tenía un aire despreocupado pero carismático. Su piel morena y sus ojos oscuros eran intensos, y su actitud relajada dejaba claro que no era alguien fácil de intimidar.

- Hola, - dijo Alba con una sonrisa, su acento español suave pero inconfundible. - Es un placer estar aquí. Espero que nos llevemos bien. -

- ¿Qué onda? Soy Ethan, - dijo él, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero. - Espero no meterme en muchos problemas por aquí. -

Un murmullo recorrió el aula mientras los dos nuevos estudiantes tomaban asiento. Alba se sentó justo delante de mí, y Ethan, para mi sorpresa, ocupó un lugar junto a Caleb.

- ¿Y bien? ¿Qué opinas de los nuevos? - me susurró Judy.

- Son... diferentes, - respondí, todavía procesando la llegada de dos personalidades tan fuertes al grupo.

A lo largo del día, fue evidente que Alba y Ethan no pasarían desapercibidos. Alba se mostró amigable con todos, ganándose rápidamente la simpatía del grupo, mientras que Ethan parecía perfectamente cómodo con su papel de observador silencioso.

Durante el receso, Caleb, Ethan y algunos de los chicos del grupo comenzaron a hablar. Desde mi lugar, podía notar que Caleb se llevaba sorprendentemente bien con él, lo cual era raro considerando lo territorial que podía ser con las nuevas caras.

Mientras tanto, Alba se acercó a mí y a Judy, rompiendo el hielo con una sonrisa cálida.

- ¿Qué tal va el colegio aquí? Todo es tan diferente a España, - comentó, acomodándose su mochila.

- Es... caótico, pero interesante, - respondí, aún algo reservada.

- Bueno, parece que será divertido, - dijo Alba, mirando alrededor con curiosidad.

Al final del día, mientras recogía mis cosas, Ethan se acercó a mí.

- Tú eres Sofía, ¿verdad? - preguntó con una voz relajada.

- Sí, ¿por qué? -

- He escuchado cosas interesantes sobre ti, - dijo con una sonrisa misteriosa, antes de alejarse con Caleb, quien se giró para darme una mirada cómplice.

- ¿Qué fue eso? - pregunté en voz baja, mirando a Judy, que solo se encogió de hombros.

Por alguna razón, sentí que las cosas estaban a punto de volverse mucho más complicadas. Entre Caleb, sus bromas y la llegada de Alba y Ethan, mi vida en este colegio estaba lejos de ser aburrida.