Timón estaba sentado en una silla. Frente a él yacía un hombre, que parecía un zombi, pero su leve respiración indicaba que aún estaba vivo. El jefe de guardias también estaba de pie frente a Timón.
—Entonces ni siquiera podemos entrar en esa habitación, huh. Bueno, mi padre dijo que sería una tarea difícil —murmuró Timón y luego preguntó de repente—. ¿Y la llave? ¿No podemos robarla?
El jefe de los guardias negó con la cabeza. —No, no podemos, joven maestro. Ese mayordomo Jorge es muy fuerte. Aunque aún no ha despertado un elemento, con su fuerza de pico de dos estrellas, fácilmente me notaría.
—Pum.
Timón golpeó el reposabrazos de la silla de piedra y gritó:
—¡Hasta con Ashton fuera; no podemos robar esa cosa! Ustedes son demasiado inútiles.
