—Escuchando sus súplicas, los pasos de Max se detuvieron y echó un vistazo indiferente a los elfos —murmuró—. Sin embargo, tras ver su estado, el tono carmesí parpadeó y le hizo señas a Belén para que los salvara. Después de eso, siguió caminando hacia el hombre de mediana edad, un paso a la vez.
—Mm —Belén frunció el ceño—. Sintió que Max de repente actuaba de manera extraña —susurró—. Pero viendo la condición de Rima, era normal que estuviera enfurecido ya que ella también estaba en el mismo estado pero un poco mejor que él.
Por lo tanto, no entretuvo ese pensamiento. Asintió hacia él, reconociendo sus intenciones.
—¡Pequeño reino de la vid! —Puso sus manos en el suelo y vertió todo el Maná acumulado —relató—. Varias enredaderas de color verde oscuro brotaron del suelo. Actuaron como si tuvieran inteligencia, algunas fueron a atacar a los magos oscuros y otras se dirigieron hacia los pilares y rompieron las cadenas que ataban a la gente.