Viendo su reacción, Max se rió entre dientes —Por supuesto, no estoy bromeando. Diciendo esto, la miró fijamente a sus delgados labios rojos, haciéndola ruborizar.
—Está bien, haré lo que dices. —asintió, sintiéndose emocionada en su corazón. Sabía que muchas mujeres querían acercarse a él porque era fuerte y guapo, pero ninguna recibía siquiera una segunda mirada de su parte.
—Perfecto. Ahora entremos, pero ten cuidado de ocultar tu presencia tanto como puedas. Si está solo, atacaremos, si no, nos retiraremos. ¿Entendido?
—Sí. —asintió aturdida.
Se escabulleron cuidadosamente en la cueva sin hacer ningún ruido. Después de dos giros, llegaron frente a un salón espacioso. Tenía unos 100 metros cuadrados de tamaño.
Había una plataforma de piedra unos sesenta centímetros más alta que el suelo. Tenía tres metros de largo y ancho, sobre ella yacía el simio herido.
