Mientras la veía correr como un conejo, sintió algo elevándose en la parte baja de su cuerpo. Notándolo, maldijo internamente —¡Mierda!— y cerró los ojos y tomó respiraciones profundas para calmarse. Sin embargo, al cerrar los ojos, la encantadora figura de Anna envuelta en una toalla con su cabello dorado goteando agua apareció en su mente.
Tratando de disipar sus pensamientos, caminó hacia un rincón de la habitación y sacó la cama recién comprada de su inventario.
Luego miró hacia la cama de madera y sus ojos brillaron —Debería guardar esta cama.— Sin embargo, justo cuando pensaba esto, Anna salió del baño, vestida con pijama blanco.
—¿Eh, Max de dónde salió esta cama? —Sus ojos brillaron al ver una cama tan cómoda delante de ella.
—Compré esta ya que la cama de madera no era cómoda para dormir bien —respondió Max.