A diferencia de la vez anterior, Su Han no les dio a esos desechos espacio para negociar.
Mientras se acercaba paseando, la cara de Chen Chang Sheng se volvía aún más fea.
—¿Qué hacen todos? ¡Acábenlo!
La cara de Chen Chang Sheng se volvió de un tono fantasmal, maldiciendo con ira. Con su orden, seis hombres a su lado cargaron agresivamente hacia adelante.
Su Han ni siquiera miró a esos enemigos inútiles; solo miraba a Li Wan Er. Al ver las lágrimas correr por su rostro, un dolor agudo le apretó el corazón.
Era toda su culpa por no cuidarla.
—¡Bang!
Era como si una tormenta emanara de Su Han, irradiando intensamente hacia afuera. Con un sonido de chasquido, lanzó a todos los hombres al cielo y cayeron al suelo.
—¡Ahhhh!
Gritaron, sintiéndose como si hubieran sido golpeados por enormes rocas, retorciéndose de dolor.
El miedo brilló en los ojos de Chen Chang Sheng, retrocedió involuntariamente.
Todavía quería pedir ayuda, pero no había nadie detrás de él.
