El único sonido que quedaba en el yate era el sudor goteando de los ancianos y la risita de Madeleine.
—¡Tú! —los puños de Elof se apretaron.
—Entonces, si fue porque no participé en el torneo, ¿qué tienen que ver mis amigos con eso? —Dyon parecía no estar prestando atención mientras seguía hablando.
Una mirada inquisitiva se deslizó sobre los ancianos y la generación más joven del Clan de Dios. Pero, Dyon no esperó una respuesta.
—La parte más graciosa es que Eli ni siquiera obtuvo una cuota para entrar al mundo, y aun así ese payaso de Darius lo desafió de todas formas. Si no creyera que los Clanes de Dios y las Familias del Pilar son personas honorables, podría pensar que tienen algo contra mí.
Dyon se rió ligeramente. Pronto llegó al borde del yate y miró hacia atrás a la multitud con Madeleine a su lado.
