El espacio parecía distorsionarse alrededor de su aura. Los edificios crujían y los de voluntad débil se encorvaban, intentando evitar arrodillarse sin éxito.
Los expertos apretaban los dientes al sentir el crujir de sus rodillas.
—¿Quién podría ser tan arrogante para que su manifestación del alma tenga tal apariencia…
Los pensamientos de todos eran los mismos. ¿Realmente podría existir una persona con tal personalidad? Que tu propia alma manifieste tal arrogancia, eso no podía ser fingido. No era una falsa confianza traída por apoyos, o quiénes eran tus padres, o a qué escuela asististe. Era una arrogancia nacida de una fe inquebrantable en uno mismo.
El Tío Acacia solo podía sonreír amargamente. —¿A quién trajiste aquí pequeña Ri?
La torrente de espacio y tiempo era combatida por los ancianos. Los cielos de la academia se llenaban de manifestaciones del alma, pero aun así, las grietas parecían empeñadas en extenderse.
