—¿Me culpas, Allie? —preguntó suavemente Solana.
No le sorprendería si su hija le guardara rencor por haberla dejado vivir y sufrir durante los últimos tres años.
El aura malévola que su hija había revelado previamente solo le daba un atisbo de cuánto había sufrido.
Sin embargo, a Solana no le importaba en qué se había convertido su hija; estaba muy contenta con el regreso de Aeliana sana y salva.
Era más de lo que podría pedir.
Aunque Aeliana en algún momento había culpado a su madre, tales sentimientos de resentimiento desaparecieron después de reunirse con ella.
Al final, ella seguía siendo la hija de su madre.
Preferiría ser ella quien soportara toda la miseria y el tormento antes que ver a su madre sufrir. Pero, por supuesto, lo mismo se aplicaba a su Lord.
—No te culpo, Madre —respondió Aeliana.
—Eso es bueno, eso es bueno... —El corazón de Solana se sintió aliviado antes de que instara: