Habiendo tenido su justa cuota de experiencia en el placer carnal, Edna sabía cómo hacer que el corazón de un hombre tuviera picazón y excitación.
Se acostó de lado en su provocativa negligé negra y mostró su figura voluptuosa y su piel suave e impecable de tez clara. Junto con el impresionante escote revelador de su copa D, que Edna insinuaba apenas ocultando la punta, Vaan sintió el impulso de saltar sobre ella inmediatamente.
Pero tras dar un paso, sus ojos brillaron con un destello afilado.
Vaan ya se había vuelto inmune a las prístinas bellezas de las brujas. Mirar a una bruja cautivadora no le causaría perder el control de su lujuria en una situación normal, ni siquiera por un momento.
Sin embargo, Vaan no dejó de acercarse a Edna con pasos firmes. En su tercer paso, rápidamente entendió qué estaba mal con él.
Un tenue aroma casi indetectable en el aire estaba alterando sus emociones al aumentar sus hormonas.
Sin duda, era un afrodisíaco.
