Vaan caminó hacia el escritorio de Dahlia y le quitó el bolígrafo de la mano, colocándolo suavemente en su soporte sin arruinar su trabajo.
—¿Qué crees que estás haciendo, Vaan? —Dahlia intentó regañar a Vaan, pero era tan mansa como un corderito, ya fuera por el tono de su voz o por su comportamiento.
Ella no se resistió cuando Vaan la levantó de su asiento y la cargó como a una princesa con uno de sus brazos alrededor de su cuello.
—Alguien quería mi atención y amor. Y ahora que no hay nadie para molestarnos, puedo dar ambos —Vaan sonrió, llevándola a su oficina trasera.
—Estás siendo muy atrevido, Vaan —dijo Dahlia con voz pequeña—. Nunca dije que podías detener mi trabajo o cargarme de esta manera. ¿Crees que este comportamiento es aceptable?
—Si es aceptable o no depende de ti, mi Dama. Sin embargo, estoy bastante seguro de que no odias esto —Vaan respondió con calma.
Dahlia no pudo refutar la afirmación de Vaan y bajó la cabeza tímidamente en silencio.