Zhao Wuyang y los demás estaban impactados.
—¿Qué está haciendo...? —dijo el Capitán Zhang.
Zhao Wuyang dudó y dijo —Debe estar buscando ayuda.
—Oh!
El Capitán Zhang y los demás asintieron comprendiendo.
Tang Hao corrió hacia su coche, abrió la puerta del coche y se sentó dentro.
Mientras giraba el volante, su expresión era oscura y sombría.
Su mirada era gélida y penetrante, aunque se sentía tan nervioso como si su cuerpo estuviera en fuego.
Ya había pasado casi media hora, y el destino de Zhao Qingxue aún era desconocido. Cada segundo que pasaba significaba que sus posibilidades de sobrevivir eran menores.
—¿No crees que los oficiales de policía criminal son muy geniales? Hay tantas personas malas en este mundo, y quiero hacer todo lo posible para detener el crimen, para que el mundo pueda convertirse en un lugar mejor.
De alguna manera, esas palabras surgieron en la mente de Tang Hao.
Podía recordar claramente la confianza e inocencia en su rostro cuando lo dijo.