Fatty Diao bajó la cabeza. Era su día de mala suerte.
Quería recuperar sus ocho millones de yuanes. No solo no lo logró, sino que además perdió más dinero.
—Dos objetos de mi colección... Podrían bien quitarme la vida —pensó.
—Maldición, ¿por qué ese pequeño hijo de puta es tan fuerte? —se dijo a sí mismo. Quería llorar, pero no le quedaban lágrimas.
—Como sea. Al menos ya no me están golpeando. Dejaré pasar esto por ahora y encontraré otra manera de arruinar a esos hijos de puta la próxima vez —Fatty Diao sonrió maliciosamente mientras planeaba su próximo movimiento.
Qin Gang vio eso por casualidad.
—¿De qué te ríes? —dijo mientras le daba otra bofetada a Fatty Diao.
—¡No tan fuerte, Maestro Qin! —dijo Fatty Diao con un ceño fruncido.
Luego, caminó hacia el coche abatido.
De repente, notaron un convoy de coches que venía en dirección opuesta. El coche que iba al frente era un BMW negro, y detrás había varias furgonetas.