Se podía oír caer un alfiler en esa inmensa cafetería.
Todos estaban atónitos en ese momento.
Su mirada estaba fija en la mano de Tang Hao.
Él sostenía un par de bragas de encaje.
Todos vieron cómo él sacaba ese par de bragas del bolsillo de Fang Qiming.
Fang Qiming notó el cambio abrupto en la actitud de todos. Bajó la cabeza y sus ojos casi saltaron de sus órbitas cuando vio lo que Tang Hao sostenía.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo apareció eso en mi bolsillo? —Estaba totalmente confundido en ese instante.
Luego, su corazón dio un vuelco. —¡Oh no, me han tendido una trampa!
—¡Oh cielos, qué es esto, Presidente del Consejo Fang? Tsk tsk, debo decir que tienes gustos peculiares! —Tang Hao balanceó el par de bragas frente a los ojos de Fang Qiming.
—¡Tú… Tú me estás incriminando! —rugió Fang Qiming. Tenía la cara pálida.
—¿Yo te incrimino? —Tang Hao sonrió con suficiencia—. ¿Acaso no acabo de sacar esto de tu bolsillo?