Tang Hao estuvo en silencio un rato después de que Han Yutong terminara de hablar.
—Deberías llamar a casa. Tu mamá debe estar preocupada por ti.
Han Yutong puso morritos.
—No quiero. Si llamo a casa, ella va a convencerme de ir a ese banquete otra vez.
—Es solo un estúpido banquete que no me interesa. De todos modos, me ridiculizarán y burlarán si voy. ¿Cuál es el punto?
—Esa pequeña bastarda. Se burlará y me atormentará siempre que nos encontremos. Siempre está presumiendo de la riqueza de su familia frente a mí. Me hace parecer que solo voy por el dinero.
Han Yutong se fue enojando más y más mientras hablaba.
Inclinó la cabeza y vació la copa. Su hermoso rostro estaba marcado por la ira.
Tang Hao no pudo evitar sonreír.
—¿No vas a llamar a casa? —dijo Tang Hao.
—¡No! —dijo Han Yutong determinadamente.
—¿De verdad?
—¡De verdad!
—Entonces… ¿vas a dejar que ellos ganen?
—¿Qué quieres decir? —Han Yutong estaba sorprendida.